miércoles, 30 de noviembre de 2011

Análisis de un fragmento del “Caso Dora” a través del texto: La Femineidad y sus Metáforas (4)

 



Universidad de la Marina Mercante
Facultad de Humanidades
Carrera: Licenciatura en Psicología

Asignatura: Psicoanálisis I 
Profesores: Dra. Beatriz M. Rodríguez
                   Lic. Gustavo Gaccetta

Trabajo práctico: Análisis de un fragmento del "Caso Dora" a partir del texto  
                            La Femineidad y sus Metáforas. 

Autora: María Victoria Villadeamigo
Turno: Noche - 2011


 


Índice:

Introducción
Texto a analizar
Análisis a través de la teoría de Freud
Análisis a través de: La Femineidad y sus Metáforas
Conclusión
Bibliografía

Introducción:

Como se afirma en La Femineidad y sus Metáforas: “la identidad femenina resulta un montaje cultural, un sistema mudable y progresivo de representaciones y no la manifestación espontánea de una situación de hecho” (1).

En este libro se recopilan y analizan distintas metáforas, presentadas según la época, que tienen como fin mostrar las distintas etapas y definiciones por las que fue atravesando, en la realidad y en la fantasía, la femineidad. Como herramientas, la autora utiliza imágenes y simbolismos presentes en “la filosofía, la religión, el psicoanálisis, la historia, el imaginario social y el lenguaje cotidiano” (2). Por supuesto, también agregando su opinión personal, que hace más rica e interesante la lectura del mismo.

A través de este material y el párrafo propuesto por la cátedra para este trabajo intento esbozar lo que a mi entendimiento también quiere significar el extracto. Tomaré asimismo como un pilar complementario, elementos encontrados en la teoría de Freud, utilizando también como ayuda el Diccionario de Psicoanálisis de Jean Laplanche y Jean Bertrand Pontalis; textos que considero necesarios para esclarecer el análisis logrado.

Luego de introducirlos en la misión que me propongo lograr en este trabajo, invito de esta forma al lector a acompañarme en esta actividad que encontré reconfortante y desafiante a la vez.
 “A menudo, los motivos para enfermar empiezan a obrar ya en la infancia. La niña hambrienta de amor que de mala gana comparte con sus hermanos la ternura de los padres observa que esta vuelve a afluirle si ella enferma y causa inquietud en los padres. Ahora conoce un medio para granjearse el amor de sus progenitores, y se valdrá de él tan pronto como disponga del material psíquico para producir una enfermedad. Cuando la niña se ha hecho mujer y, en total contradicción con los reclamos de su infancia, se ha casado con un hombre desconsiderado, que sofoca su voluntad, explota sin contemplaciones su capacidad de trabajo y no le brinda ternura ni le da dinero, la única arma que le queda para afirmarse en la vida es la enfermedad. Esta le procura la anhelada consideración, obliga a su marido a hacer sacrificios pecuniarios y a usar miramientos que no habría tenido de estar ella sana, y, en caso de que se cure, lo fuerza a tratarla con precaución, pues de lo contrario amenaza tener una recaída.”
Freud, Sigmund. [1901] “Fragmento de análisis de un caso de histeria”. (Caso Dora - Pág. 40) En: Obras completas; Buenos Aires; Amorrortu; 1992.

Análisis a través de la teoría de Freud:
“A menudo, los motivos para enfermar empiezan a obrar ya en la infancia. La niña hambrienta de amor que de mala gana comparte con sus hermanos la ternura de los padres observa que esta vuelve a afluirle si ella enferma y causa inquietud en los padres. Ahora conoce un medio para granjearse el amor de sus progenitores, y se valdrá de él tan pronto como disponga del material psíquico para producir una enfermedad”.

Se encuentra en este párrafo el inicio que conlleva a una histeria de conversión (donde la acción de represión tiende a separar el afecto de la representación, y la libido que la represión así ha separado del material patógeno es convertida en un síntoma) o como llamará luego Freud a la neurosis de transferencia en “Las lecciones de introducción al psicoanálisis” que publicó entre los años 1916 y 1917. En aquella oportunidad Freud manifestó que los síntomas son la expresión simbólica de un conflicto psíquico. Tomando como conflicto psíquico a ciertas representaciones que son el objeto de una defensa, debido a que son inconciliables con el yo.
A su vez en su obra “Recuerdo, repetición y trabajo elaborativo” del año 1914 Freud introduce  esta noción desde el momento que el paciente repite en la transferencia sus conflictos infantiles.
El material psíquico que dispone más tarde en su desarrollo nos lleva a la teoría del segundo aparato psíquico y del desarrollo de la sexualidad infantil al momento en que se comienza a conformar su yo en la etapa fálica.  
Las resistencias manifestadas por el paciente se describen en un primer análisis, en los “Estudios sobre la histeria”, como viniendo del yo “que encuentra placer en la defensa”.
En la histeria el yo interviene como instancia defensiva, pero de un modo complejo. Esta acepción se puede tomar de manera ambigua; por eso debemos tener en cuenta tanto el yo como campo de conciencia, situado ante una situación conflictiva (conflictos de intereses, de deseos, y también de deseos y prohibiciones) e incapaz de dominarla, se defiende evitándola, no queriendo saber nada de ella. En este sentido el yo es el campo que debe ser preservado del conflicto por la actividad defensiva. Y también el conflicto psíquico que Freud ve actuar presenta otra dimensión: es el yo “como masa dominante de representaciones” lo que se ve amenazado por una representación considerada como inconciliable con él y así tiene lugar una represión por el yo.
 “Cuando la niña se ha hecho mujer y, en total contradicción con los reclamos de su infancia, se ha casado con un hombre desconsiderado, que sofoca su voluntad, explota sin contemplaciones su capacidad de trabajo y no le brinda ternura ni le da dinero, la única arma que le queda para afirmarse en la vida es la enfermedad. Esta le procura la anhelada consideración, obliga a su marido a hacer sacrificios pecuniarios y a usar miramientos que no habría tenido de estar ella sana, y, en caso de que se cure, lo fuerza a tratarla con precaución, pues de lo contrario amenaza tener una recaída.”
Aquí, nos detendremos a aclarar que la neurosis es una afección psicógena cuyos síntomas son la expresión simbólica de un conflicto psíquico que tiene sus raíces en la historia infantil del sujeto y constituyen compromisos entre el deseo y la defensa.
Los síntomas neuróticos son trastornos de la conducta, de los sentimientos  o de las ideas que manifiestan una defensa contra la angustia y constituyen, en relación con este conflicto interno una transacción de la cual el sujeto obtiene en su posición neurótica, cierto beneficio secundario. En la enfermedad el sujeto obtiene una satisfacción directa e indirecta. El beneficio primario es el que entra en consideración en la motivación misma de una neurosis: satisfacción hallada en el síntoma, huida en la enfermedad, modificación favorable de las relaciones con el ambiente. Y el beneficio secundario se distingue del anterior en que su aparición es con posterioridad, como ganancia suplementaria de la enfermedad y con el sentido de los síntomas.
La enfermedad se desencadena y se mantiene en virtud de la satisfacción que aporta al individuo. El proceso neurótico responde al principio del placer y tiende a obtener un beneficio económico, una disminución de la tensión. Este beneficio se evidencia por la resistencia del sujeto a la cura, resistencia que se opone al deseo conciente de curarse.
En el estudio del Caso Dora, Freud parecía sostener inicialmente la idea de que los motivos de la enfermedad son siempre secundarios con relación a la formación de los síntomas. Éstos no tendrían al principio una función económica y podrían ser efímeros si no resultasen fijados en un segundo tiempo: “cierta corriente psíquica puede encontrar cómo servirse del síntoma, y éste adquiere así una función secundaria, quedando como anclado en el psiquismo”.
Luego, en una rectificación añadida en 1923 al estudio del Caso Dora, Freud comenta: El “beneficio primario” va ligado al propio determinismo de los síntomas. En él distingue Freud dos partes: la “parte interna del beneficio primario” consiste en la reducción de tensión que procura el síntoma; éste, por doloroso que sea, tiene por finalidad evitar al sujeto conflictos a veces más penosos: es el mecanismo llamado de  “la huida en la enfermedad”. La “parte externa del beneficio primario” estaría ligada a las modificaciones que el síntoma aporta en las relaciones interpersonales del sujeto. Así, una mujer “oprimida por su marido” puede conseguir, gracias a la neurosis, mayor ternura y atención, al mismo tiempo que se venga de los malos tratos recibidos.
También podemos rescatar de Freud, en “Más allá del principio de Placer (1920) la afirmación de que en la compulsión a la repetición se muestra que bajo el sufrimiento aparente, como por ejemplo el del síntoma, se busque la satisfacción de un deseo. Lo que es displacer para un sistema del aparato psíquico es placer para otro.
En Inhibición, síntoma y angustia” (1926) Freud ve en la compulsión a la repetición el tipo mismo de resistencia propio del inconsciente.
“El yo se comporta como guiado por la idea de que el síntoma persistirá en lo sucesivo y no podrá ser eliminado: no queda otro remedio que transigir con esta situación y obtener de ella la mayor ventaja posible”.
En este beneficio secundario de la enfermedad que constituye una verdadera incorporación del síntoma al yo, distingue Freud, por una parte, las ventajas obtenidas del síntoma en el terreno de la autoconservación, y por otra parte las satisfacciones propiamente narcisistas.
En este texto Freud distingue cinco formas de resistencia; tres de ellas se atribuyen al yo: la represión, la resistencia de transferencia y el beneficio secundario de la enfermedad. Además hay que considerar la resistencia del inconsciente o del ello y la del Superyó. La primera hace técnicamente necesario el trabajo elaborativo: “es la fuerza de la compulsión a la repetición; atracción de los prototipos inconscientes sobre el proceso pulsional reprimido”. Finalmente, la resistencia del Superyó deriva de la culpabilidad inconsciente y de la necesidad de castigo.

Análisis  a través de La femineidad y sus metáforas:
Desde el inicio de las civilizaciones hasta la actualidad, el imaginario social forjó distintos significados a la mujer y a la femineidad. Ellos acompañaron a la mujer trayendo consigo distintos sufrimientos, padecidos por intentar llegar a alcanzar dichos  ideales o  por rechazarlos desde lo más íntimo de su ser. Conlleva este rechazo conductas tales como enfermarse, padecer histeria, o intentar escaparse a través de la vocación religiosa, de su destino de matrimonio electo y de procreación sin su consentimiento.
Bajo el régimen patriarcal que perduró hasta finales del siglo 19 y principios del siglo 20, el hombre era el que tenía el poder y la mujer debía ser sumisa, pasiva, y debía tratar al hombre con ternura, devoción, y no violencia. Remitiéndose sólo a ser un ornamento, y también madre; relegando todos sus deseos a este único fin.
“Contrariamente al varón: activo, conquistador, en pugna permanente con el mundo exterior; Freud describió a la mujer como a un ser capaz de brindar amor en el hogar y secundar a su marido con abnegación. […] Juzgó esencialmente narcisista, pasiva y masoquista a la personalidad femenina” (3).
Estas significaciones eran transmitidas a través de la medicina, la política, los mitos,  la  religión  y la educación en cada época. Pudiendo así proporcionar significación al mundo y a la existencia humana.
El caso Dora es un ejemplo del camino que tomaban las mujeres en su época, recurriendo a la enfermedad como “instrumento para afirmarse en la vida, hallando en la epidemia de histeria, una estrategia para oponer resistencia a un rol social intolerable” (4)
El mismo Freud fue influido por los prejuicios y los ideales de esa época. En su teoría encontramos una línea de pensamiento de autoridad patriarcal dónde la mujer es relegada a satisfacer y cuidar al hombre,  a  procrear y cuidar de la salud y bienestar de la familia.
La femineidad fue poco estudiada en su época bajo su teoría y fue relegada a ser pensada como un ser que sufre de “envidia del pene”. Obviamente, no se le daba a la mujer las mismas posibilidades de convivencia y de elecciones que sí tuvo el hombre; y se las trataba como débiles y enfermizas.
Freud extrae de los síntomas una especie de “lengua fundamental” y universal.  También Freud, nos dice que el síntoma es una expresión simbólica del deseo o del conflicto defensivo y que se expresa de un modo indirecto, figurado  y más o menos difícil de descifrar.
La esencia del simbolismo, con el que se creó, por ejemplo, la idea de femineidad, consiste en una “relación constante” entre un elemento manifiesto y su traducción. Esta constancia se encuentra, no solamente en los sueños, si no en muy diversos campos de expresión como los síntomas y otras producciones del inconsciente (mitos, folklore, religión, etc.) y en áreas culturales alejadas entre sí. Escapa relativamente, a modo de un vocabulario fijo, a la iniciativa individual, es decir, el individuo puede elegir entre los diversos sentidos de un símbolo, pero no crear otros nuevos.


Conclusión:
Desde el Psicoanálisis o desde La Femineidad y sus Metáforas, entiendo al caso Dora, como una expresión puesta en un síntoma, un lenguaje que rechaza la significación  a la que fue relegada la mujer. Este lenguaje debe ser escuchado, ya que en la persona de Dora no sólo encuentra expresión su pensamiento, sus deseos o conflictos; sino el de todas las mujeres de su época que sufrieron el mismo padecimiento.


Notas:
*       Laplanche Jean y Pontalis Jean-Bertrand. Diccionario de Psicoanálisis, Paidós: 1996.
*       (1) y (2) Rodríguez, B. M. La femineidad y sus metáforas; Pág. 11; Buenos Aires; Lugar Editorial; 2005.
*       (3) Rodríguez, B. M. La femineidad y sus metáforas; Pág. 72; Buenos Aires; Lugar Editorial; 2005.
*       (4) Rodríguez, B. M. La femineidad y sus metáforas; Pág. 58; Buenos Aires; Lugar Editorial; 2005.

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