sábado, 6 de diciembre de 2014

Transferencia y Contratransferencia



Carrera: Licenciatura en Psicología
Asignatura: Psicología Clínica de Adultos

Docentes: Dra. Beatriz M. Rodríguez
                    Lic. Gustavo Gaccetta

Alumna: Liliana Vogler  -    
                Legajo: 11.294



EN TERAPIA:  
MARINA-  CAPÍTULO 6
Reseña:
Marina llega a esa sesión con la noticia de haber aceptado casarse con su novio, aunque triste, confesando estar enamorada del terapeuta, diciendo que le costó varios días reponerse y superar lo ocurrido en la última sesión, donde ya le había hablado de su amor.
Esa situación la vive como que está engañando a su novio. Sin embargo, decide casarse y poner la fecha, ante la negativa del terapeuta a tener una relación con ella.
Guillermo (el analista) la felicita por su decisión y pone en cuestionamiento lo que ella llama estar enamorada. Le afirma que ella sabe que él no es una opción real, que él es sólo su analista.
Ella avanza e insiste, tratando de provocarlo para lograr de él una satisfacción a su demanda. La provocación va desde la incitación a que se sincere con ella, para que diga que le pasa lo mismo, hasta humillarlo calificándolo de ser ausente, gris, pasando por situaciones donde intenta seducirlo y sacarlo del lugar de analista.
Intenta ponerlo en una situación triangular, de incluirlo en su vida privada, invitándolo al casamiento, “queremos que participes de nuestra alegría” argumenta, “hablamos de vos y estás primero en la lista”. Justificando que su novio (también analista) se puso contento de que la ayudara, aunque al comienzo no había puesto su confianza en él.
De todos modos reconoce que se halla deprimida y cuestiona al terapeuta su supuesta alegría por el casamiento, pues considera que es forzada. Intenta que él reconozca que, en realidad, no quiere que se case.
El analista hace una observación acerca de la sesión anterior donde habían llegado a ciertas profundidades en el análisis, mientras ahora se encuentra queriendo subir apresuradamente a la superficie (hace un paralelismo con el buceo, donde subir rápido, sin descomprimir a tiempo, puede ocasionar lesiones graves).
Ella deja pasar esa cuestión y, siguiendo la misma línea superficial y de búsqueda de intimidad, se alegra porque a ambos les gusta el buceo, ya que lo bueno es que tengan algo en común.
Demanda tener una sesión alegre, no deprimente, corriéndose de los planteos más profundos.
Comenta anécdotas que tienen que ver con otra pareja amiga que tiene un bebé y las emociones encontradas que la imagen de ellos le  produce, deslizando sus miedos a convertirse en una mujer “domesticada”, como su amiga, cuya “fantasía sexual más salvaje es dormir 4 horas seguidas”, sentencia.
El terapeuta no deja pasar esto e interviene, señalando que pareciera que para ella, su novio quiere “retapizar” su vida, construir nidos que a ella le representan jaulas. Entonces, realmente ¿Quiere casarse?
Marina dice que sí, que se casa porque el analista le dio un no rotundo, a pesar de que cuestiona a ese novio como analista, señalando que si no es bueno en la cama no puede serlo como profesional. Deja deslizar un paralelo con él, a quien considera un buen analista y por lo tanto, por carácter transitivo, debería ser un buen amante.
No acepta de que se trate de fantasías, afirma estar enamorada, y que “no es  digno ni de vos como analista, ni de mí como paciente” decir eso.
Guillermo se aparta de ese lugar llevándola a recordar una anécdota muy significativa de tiempo atrás, donde ella contaba que, teniendo 15 años, luego de la muerte de su mamá, había ido a la casa en un lago con una pareja que no tenía hijos y convivido con ellos un verano, a ella le gustó estar con David, tan distinto de su padre. Lo había descrito muy bien, como buen mozo y quería que David la adoptara, “lo quería todo para mí”, dice.
El terapeuta le señala que David era un salvavidas para ella en ese momento, como ahora él es un refugio de Andrés, de lo que su novio no es. Por lo tanto él, como analista, tampoco es una opción real, sólo un lugar adonde ella se puede escapar.
Marina remarca la diferencia: no quiere que la adopte, quiere que le haga el amor.
“O que te salve”, agrega él.
Pide ir al baño, que no funciona, ella insiste en ir al piso de arriba. Él se lo impide y ella fuerza esa situación, lo provoca parada frente a él, acusándolo de tener miedo.
Él pretende cortar la sesión allí, ella insiste, provoca, cuestiona su rol, sus interpretaciones, sabiendo que a pesar de lo que diga o haga (gestos sensuales) igual no iba a pasar nada. Pone en duda su ser como hombre,  como un ser que por dentro dejó de vivir.
Se pone en el lugar de saber lo que piensa y siente él antes de dormir, y que sólo es por cobardía que no le responde.
Parados frente a frente le pide un abrazo, él se mantiene firme, en silencio, aunque conmovido. Avisa que se va y que le serviría de mucho saber si él quiere que se case o no. Insiste una vez más: “sí o no”. Silencio y se va.

Transferencia y contratransferencia:
En esta escena podemos observar con claridad que esta paciente, que lleva un tiempo haciendo análisis, se encuentra en una etapa donde está operando la transferencia.
Se puede denominar transferencia, en psicoanálisis, al proceso donde los deseos inconscientes del paciente se actualizan sobre un objeto, en este caso dentro de la relación analítica. “Son reimpresiones, reproducciones de las mociones y de los fantasmas que deben ser develados y hechos conscientes a medida que progresa el análisis; lo característico de ellas es la sustitución de una persona anteriormente conocida por la persona del médico” (Laplanche y Pontalis; 1993).
Hay mociones libidinales que han podido seguir el pleno desarrollo psíquico, vueltos a la realidad objetiva, listas para la personalidad consciente. Mientras que otras mociones libidinales se quedaron apartadas de la realidad consciente, totalmente inconscientes o expresándose en fantasías. Cuando la necesidad de amor no se encuentra satisfecha, el sujeto se volcará con unas “representaciones-expectativa libidinosas hacia cada nueva persona que aparezca” (Freud; 1912).
En el proceso analítico es lógico que se vuelquen hacia el analista, tanto las representaciones libidinales conscientes como las inconscientes, produciendo la transferencia.
Cuando Marina le confiesa su amor, lo hace en un momento clave. Según lo señalado por Guillermo, se da justo en el momento en que estaban buceando por las profundidades del análisis. Marina pide una sesión alegre donde la conversación eluda los temas álgidos.
El analista utilizando acertadamente la metáfora de la descompresión en el buceo, dice que ella realiza una salida apresurada hacia la superficie, a riesgo de lesionarse.
Esto no es casual, está operando un tipo de transferencia como obstáculo, que genera resistencia. A modo de defensa, cuando se está llegando al núcleo del conflicto, aparece la más fuerte resistencia al tratamiento. Disminuye la parte de la libido susceptible de conciencia y al mismo tiempo aumenta la parte inconsciente. Hay un retraimiento de libido, regresión que reanima imagos infantiles.
En Recordar, repetir y reelaborar, Freud (1914) refiere que hay una relación en la compulsión de repetir, con la transferencia y la resistencia.  Dice que en el proceso “el analizado no recuerda, en general nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa.
No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber…”                            ” La repetición es la transferencia del pasado olvidado”.
Marina interpreta lo que le está sucediendo en la actualidad, lo que en realidad es  repetición de hechos pasados. Guillermo, el analista, hace una ilustración al respecto, la retrotrae a la historia de las vacaciones de los 15 años donde va con una pareja sin hijos, y en su situación de desvalimiento, habiendo muerto su madre y con un padre ausente, tiene sentimientos con David, y busca en él protección, a modo de salvavidas, con un sentimientos posesivos y de exclusividad. Similares sentimientos ahora se ponen en escena frente al analista, en medio del desconcierto y temores ante la inminencia de su casamiento. Ahora su vulnerabilidad estaría expresada en que, al casarse, se convertiría en una mujer domesticada, desde una imagen que toma prestada de su amiga y que la asusta. Demanda a Guillermo inconscientemente que la salve de ese destino que la angustia, que le ofrezca otra opción de pareja en contrapartida con la que le ofrece Andrés, que la ahoga.
Pero ella no acepta el paralelismo de ambas situaciones que le plantea el analista, lo cual implica repetición.
Marina en ese momento le declara su amor, pero asimismo confiesa que no es un sentimiento nuevo, sino que lo había sentido desde la primera sesión.
¿Por qué la confesión la lanza en esta instancia del análisis? Justamente por la resistencia. “El enamoramiento existía desde mucho antes, pero ahora la resistencia empieza a servirse de él para inhibir la prosecución de la cura, apartar del trabajo todo interés y sumir al médico analista en un penoso desconcierto.” Freud (1914)
Para ello avanza sobre él rebajándolo de la condición de analista, cuestionando su autoridad, su capacidad y hasta poniéndolo en duda como hombre. Despojarlo del lugar de terapeuta, dejarlo desnudo, sin herramientas, para que no siga operando el análisis. La resistencia es tan fuerte porque se trata de una transferencia erótica intensa. Proyectando sus propias fantasías, asegura que a él le pasa lo mismo, que siente lo mismo por ella.
Freud hacía referencia a una anécdota respecto de las fantasías de pacientes histéricas. “Una amiga le preguntó cierta vez a la enferma: ¿No se le ha ocurrido consultar al doctor Freud? Y respondió la enferma: ¿Para qué lo haría? Sé que me preguntaría: ¿Ya ha tenido la idea de mantener comercio sexual con su padre? Huelga asegurar expresamente que ni en ese tiempo recurría a tales preguntas, ni hoy las hago. Pero esto nos lleva a percatarnos de que mucho de lo que los pacientes refieren como manifestaciones o acciones de los médicos, puede entenderse como revelación de sus propias fantasías patógenas” (Freud; 1910).
Guillermo interviene con un señalamiento: le propone terminar con la terapia y, ante la queja de Marina, agrega que es ella quien lo está decidiendo, desde el momento en que dejó de ser su analista para convertirlo en su enamorado. Por lo tanto, de esa manera, no se puede trabajar.
Lo ha puesto a prueba como analista,  se le ha plantado en actitud seductora en una situación de entrega absoluta. “Acrecienta el enamoramiento y exagera la buena disposición a la entrega sexual a fin de justificar, invocando los peligros de semejante desenfreno, la acción eficaz de la represión” (Freud; 1914-1915).

¿Cómo actúa la contratransferencia en el analista ante una demanda erótica intensa?
En Desde la clínica, Beatriz Rodríguez (2010) explica las dificultades del analista frente a las implicancias de la contratransferencia. Deberá aferrarse a la rigurosidad técnica y abstenerse, no ya por cuestiones morales, de exteriorizar sus “contra-afectos”.
Pero, para advenir analista, no es suficiente el dominio de la técnica, “las represiones o los propios prejuicios del analista, podrían hacerle pasar por alto ciertos elementos en el discurso de su paciente, o ver otros de forma exagerada, alterando su significado. Por otra parte, no siempre es fácil afrontar el inagotable acoso afectivo de los pacientes, sin reaccionar -consciente o inconscientemente- al mismo; es decir sin pretender de algún modo sofocarlo o corresponderlo” (Rodríguez; 2010)
O sea que la contratransferencia es la puesta en acto de los deseos del analista, de lo que le produce la relación con el paciente. Hay algo del paciente que funciona como disparador de lo inconsciente del analista, que luego va a actuar pero no sentir, ya que implicaría que los sentimientos que le origina no los podría manejar y eso le impediría escucharlo.
Guillermo no responde a la demanda de amor, se mantiene duro, firme ante cada provocación, en posición de “hombre muerto”. Es la necesaria abstinencia que debe mantener. No se trata de una cuestión moral, se trata de lo que es efectivo en el camino de la cura y lo que abortaría cualquier tratamiento.
No debería exhortar a la paciente a que renuncie y sofoque lo pulsional, ni a que recurra a  la sublimación. Ya que, en el camino de la cura, lo que se pretende es hacer consciente lo reprimido, y ante esta postura, se podría generar una nueva represión, como sentimientos de ofensa y deseos de venganza. Tampoco se pueden satisfacer sus demandas, la cura tiene que darse en total abstinencia, y la paciente, mientras no haya levantado sus represiones, no hallará una real satisfacción. Si el analista cayera en dar libre cabida a sus deseos, a querer complacerla, quien habría logrado sus objetivos sería la paciente y no el analista en el camino de su cura.
Si “procurásemos el triunfo de la sensualidad, la represión sexual arrojada a un lado se sustituiría por síntomas” (Freud; 1917). No podría poner fin al conflicto interior.
Para eso el analista cuanto más logre resistir a su propia tentación, a los sentimientos que la paciente le genere, más podrá aprovechar lo producido en la sesión, porque ella se sentirá más segura para exponer sus condiciones de amor, sus fantasías sexuales, etc. que darán luz sobre los fundamentos infantiles de su amor.
Requisito para esto será la paciencia del analista, para poder superar esa situación crítica expuesta en la sesión de referencia, y poder continuar con el trabajo analítico con un enamoramiento más atemperado, conviviendo con ese amor, pero transformándolo en vía de arribo a las fantasías y a la elección infantil de objeto.
El terapeuta tiene que comprender, que esa declaración de amor expresada, no está dirigida a él, es producto de la situación analítica, empujada por la resistencia. Por ese motivo, Guillermo le aclara que ese amor no es real, que él solo es su analista. Sabe que no puede tomar esa situación como una ventaja personal.
Librará entonces una batalla en tres frentes: Íntimamente, tratando de sofocar sus deseos, fuera del análisis y en el análisis, contra su paciente que lo presiona con sus pasiones.
Guillermo logra salir airoso de la presión de esa sesión, no sin alteraciones emocionales que inhibe, pero que podrán volverlo vulnerable en futuras sesiones.

Bibliografía:
·     Freud, S. [1910] “Escritos Breves”; en: Obras Completas. Tomo XI, Buenos Aires; Amorrortu Editores.
·         Freud, S. [1912] “Sobre la dinámica de transferencia”; en: Obras Completas. Tomo XII, Buenos Aires; Amorrortu Editores.
·         Freud, S. [1914] “Recordar, Repetir, Reelaborar”; en: Obras Completas. Tomo XII, Buenos Aires; Amorrortu Editores.
·         Freud, S. [1914-1915] “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia”; en: Obras Completas. Tomo XII. Buenos Aires; Amorrortu Editores.
·     Freud, S. [1917] “Conferencias de introducción al psicoanálisis. 27ª conferencia. La transferencia”. En: Obras Completas. Tomo XVI. Buenos Aires; Amorrortu Editores.
·         Laplanche, J. Bertrand Pontalis, J. Diccionario de Psicoanálisis (1993).Labor.
·       Rodríguez, Beatriz M. Desde la Clínica. Creatividad en las fronteras del Psicoanálisis. Buenos Aires; UdeMM; 2010.