jueves, 5 de diciembre de 2013

ANÁLISIS DEL CUENTO "FUNES EL MEMORIOSO"


Universidad de la Marina Mercante
Facultad de Humanidades
Licenciatura en Psicología
 
 Análisis del cuento “Funes el memorioso”
 
Materia: PSICOANÁLISIS I

Profesores: Dra. Beatriz M. Rodríguez
                 Lic. Gustavo Gaccetta

 Alumno: Leandro Maldonado

 Turno: Noche

 

  
Borges por Freud

“Freud me parece un viejo chismoso” afirma Borges, risueño, en una de esas esporádicas intervenciones que lo devolvían al plano humano. Tan humano como en las supuestas conversaciones vulgares y corrientes que mantenía con Bioy (¿acaso podría alguien imaginar que su relación no excediera el intercambio cordial de prólogos y la puesta en común de sus últimas aventuras literarias?). Es que, posiblemente, podríamos aproximar al autor más acertadamente a los agenciamientos y escenas alucinadas desarrolladas por Deleuze que a la envidia del pene descripta en el psicoanálisis. Borges desconfiaba de Freud; había confesado, sin sonrojarse, el fracaso en la lectura de su obra.

Planteemos entonces el ejercicio inverso: ¿cómo hubieran repercutido sus escritos en Freud? Tal vez se hubiese servido, por ejemplo, del soñador que es soñado de “Las ruinas circulares” como metáfora para desarrollar alguna de sus teorías. O tal vez no, pero seguramente nada de lo escrito por Borges le hubiera sido indiferente.

Freud lo ha hecho de nuevo. Cuando el cuerpo teórico del psicoanálisis pareciera ser atrapado y sofocado hasta la muerte, logra desintegrarse, escapar y fluir en todas direcciones para atravesar diferentes aristas de la vida misma; se torna francamente ineludible.

Dicho esto, acercar la lupa psicoanalítica a las obras de Borges podría devenir en un análisis infinito (adjetivo borgeano por naturaleza) sobre temas tales como los mecanismos arcaicos de pensamiento, las desfiguraciones oníricas, el desdoblamiento de la personalidad, el inconsciente, los recuerdos.

“Funes el memorioso” nos deposita en un terreno fértil para ello; no obstante, despierta más interrogantes que certezas sobre el funcionamiento de la psiquis humana. El narrador no puede empezar de otra manera que renunciando al derecho de pronunciar el verbo “recordar”. Freud conoce de esto a la perfección; sabe que no podemos darle a la memoria garantía alguna, mas nos enfrentamos a la necesidad irremediable de dar fe de sus datos. Ireneo Funes vive sus sueños como la vigilia del resto de los mortales y viceversa. Un accidente lo dejó sin esperanzas, tullido, privado de una larga y próspera vida y, sin embargo, esa fue su pérdida menos significativa. Por obra y gracia de un milagro inclemente también hubo de extinguirse hasta el último bastión de defensa de su psiquismo. Tal vez ese haya sido el verdadero motivo de su muerte; la incapacidad de lidiar con el sinfín de estímulos que ingresaban en su organismo y que conformaba un peine de infinitos dientes (el infinito, siempre).

Los procesos oníricos no difieren en mayor medida de los que se suscitan en la vigilia. Soñamos mucho, recordamos poco; hemos vivido largamente, pero aún así no podemos evocar lo suficiente. Funes escapa a esa lógica, es capaz de rememorar las vetas de un libro que sólo vio una vez, las nubes australes del 30 de abril de 1882, ocupa un día entero recapitulando, justamente, un día entero y descarta, en forma maravillosa, un sistema de codificación que pueda describir cada piedra, cada perro, cada pájaro por considerarlo extremadamente ambiguo y general.

Necesitamos, nosotros los mortales, de la censura. La vida anímica se derrumbaría si invistiéramos a todas nuestras vivencias y representaciones con igual cantidad de energía. El motor del deseo inconsciente se extinguiría, no habría nada que nos empujara hacia el accionar cotidiano; algunas cuestiones requieren ser olvidadas, escondidas, necesitan operar desde la clandestinidad. Borges tampoco creía en el libre albedrío, también sostenía que algo determina (o más bien predispone) nuestra forma de ver, pensar, sentir, pero tal vez no ocupó mayor tiempo en correr el velo de los misterios que enfundan a los mecanismos intra-psíquicos.

Los recuerdos difieren cualitativamente; es por eso que no atraen la misma atención de la conciencia. Los elementos reprimidos por supuesto que persisten y se desarrollan en funciones psíquicas, pero seguir la dirección hacia la conciencia representa una tarea harto compleja, en tanto no sea cohibido el desarrollo de displacer que los envuelve.

Freud sostiene que la resistencia pierde parcialmente su poder durante el sueño, disminuyendo de esta manera la censura endo-psíquica. Funes lleva al extremo dicho estado onírico y lo transita en forma constante; no puede descansar del mundo, no hay reposo para él ni su alma. Mientras que el psicoanálisis mantiene entonces una mirada holística, compleja y completa sobre la totalidad del material que se desprende de los sueños de toda una noche, el personaje de Borges fragmenta lo percibido, lo descompone a punto tal de constituir unidades atómicas de la realidad.

La analogía con las revoluciones sociopolíticas del renacimiento que desterraban a las familias poderosas y mantenían a quienes no representaban peligro alguno resulta apropiada para describir el destino de las representaciones inconciliables para el “yo”. En principio, sólo persistirán en la conciencia o podrán ser recuperadas aquellas escenas que no amenacen la vida anímica de la persona o mismo las que han sido lo suficientemente desfiguradas como para infiltrarse hábilmente.

¿Qué fenómeno habrá despertado el accidente de Funes? Bien podría decirse que las barreras que hacen las veces de frontera entre los diferentes sistemas se han derrumbado; o tal vez ya no encuentre su psiquismo motivo alguno para reprimir. Sin embargo, el psicoanálisis no puede darse el lujo de asir en sus manos la primera opción; se debe a sí mismo el abordaje de los hechos desde diversas perspectivas. Quizá, entonces, Funes reprima en exceso; su capacidad de rememorar ciertos acontecimientos de orden fáctico puede ser la resultante de concatenaciones asociativas que desvían su atención del afecto unido a las representaciones originarias, por lo que tal vez jamás pudiéramos saber qué es lo que realmente sintió al contemplar las nubes del 30 de abril de 1882.

Sea cual fuere el motivo, resulta interesante plantear la existencia de una capacidad ilimitada de inscripciones mnémicas. Será tal vez que la represión como mecanismo de defensa no permite observar la potencialidad de nuestro psiquismo y en definitiva, independientemente del avance de las neurociencias, existen propiedades que jamás podrán ser descubiertas.

“Ahora su percepción y su memoria son infalibles”. Para el narrador del cuento de Borges la capacidad del hombre de rememorar infinitamente es meramente un tema de postergación; tarde o temprano (más bien tarde) el ser humano sabrá de la inmortalidad de sus recuerdos y del mundo que lo rodea. Fuera de la fantasía, la memoria debe ser incierta; si bien la pulsión reprimida jamás cesa de aspirar a la satisfacción plena y todos los elementos sustitutivos y sublimaciones no terminan de ser suficientes, es necesario esa diferencia entre el placer inconsciente que busca descarga y la satisfacción hallada, es decir, nos servimos del apropiado desvío de la experiencia para poder complejizar la vida. Caso contrario, quedaríamos anclados en las mismas vivencias placenteras a lo largo de nuestra existencia.

La represión permite entonces rodear las metas de satisfacción; para avanzar en diferentes direcciones, la resistencia deberá obstruir indefectiblemente los deseos primarios a punto tal que el ser humano pueda encontrar complacencia en diversas experiencias. Si la totalidad de nuestra vida pudiera ser recordada, no habría deseo. En Funes podemos encontrar, en efecto, cierto hastío, pasada la fascinación por su insólito don.

Partiendo de la segunda tópica y la división en instancias psíquicas, se puede afirmar que la vida entera de Ireneo queda a merced de su “yo”, que mantiene un estrecho vínculo con el sistema perceptivo y funciona, a la vez, como organizador coherente de todas las experiencias en las que se ve envuelto. No hay represión, sublimación, reproche, inhibición; las cosas simplemente suceden y de esa manera son asimiladas en su totalidad, desprovistas de pasión y cargadas de razón. ¿No es esto acaso una versión exagerada de distintos fenómenos psíquicos que podemos observar en la vida cotidiana? En principio pareciera que sí; el cuento no hace más que poner en evidencia lo que no se puede ver, lo que opera de manera invisible en todos nosotros y que, aún en la supuesta lejanía con la obra de Freud, Borges suele describir en forma magistral.

                                                                                                                            

. Bibliografía

. Borges, Jorge Luis (1944), Ficciones, Editorial Sur, Buenos Aires.

. Freud, Sigmund (1900), Obras completas de Sigmund Freud. Volumen V - La interpretación de los sueños parte III, Amorrortu Editores, Madrid.

. Freud, Sigmund (1920), Obras completas de Sigmund Freud. Volumen XVIII - Más allá del principio de placer, Psicología de la masas y análisis del yo, y otras obras, Amorrortu Editores, Madrid.

. Freud, Sigmund (1923), Obras completas de Sigmund Freud. Volumen XIX - El yo y el ello, y otras obras, Amorrortu Editores, Madrid.