Universidad de la Marina Mercante
Facultad de Humanidades
Asignatura: Psicoanálisis I
Trabajo práctico: Vigencia del texto freudiano
Docentes: Dra. Beatriz M. Rodríguez
Lic. Gustavo Gaccetta
Alumna: Analía González
Turno: Noche
Año: 2012
“…Pero, primero, es preciso que conozcan la naturaleza humana y las modificaciones que ha sufrido, ya que nuestra antigua naturaleza no era la misma de ahora, sino diferente. …
…Eran tres los sexos y de estas características, porque lo masculino era originariamente descendiente del sol, lo femenino, de la tierra y lo que participaba de ambos, de la luna, pues también la luna participa de uno y de otro. Precisamente eran circulares ellos mismos y su marcha, por ser similares a sus progenitores. …
…Tras pensarlo detenidamente dijo, al fin, Zeus: Me parece que tengo el medio de cómo podrían seguir existiendo los hombres y, a la vez, cesar de su desenfreno haciéndolos más débiles.
Ahora mismo, dijo, los cortaré en dos mitades a cada uno y de esta forma serán a la vez más débiles y más útiles para nosotros por ser más numerosos. …
…Desde hace tanto tiempo, pues, es el amor de los unos a los otros innato en los hombres y restaurador de la antigua naturaleza, que intenta hacer uno solo de dos y sanar la naturaleza humana. Por tanto, cada uno de nosotros es un símbolo de hombre, al haber quedado seccionado en dos de uno solo, como los lenguados.
Por esta razón, precisamente, cada uno está buscando siempre su propio símbolo. En consecuencia, cuantos hombres son sección de aquél ser de sexo común que entonces se llamaba andrógino son aficionados a las mujeres, y pertenece también a este género la mayoría de los adúlteros; y proceden también de él cuantas mujeres, a su vez, son aficionadas a los hombres y adúlteras. …
…Amor es, en consecuencia, el nombre para el deseo y la persecución de esa integridad. Antes, como digo, éramos uno, pero ahora por nuestra iniquidad, hemos sido separados por la divinidad, como los arcadios por los lacedemonios. Existe, pues, el temor de que, si no somos mesurados respecto a los dioses, podamos ser partidos de nuevo en dos y andemos por ahí como los que están esculpidos en relieve en las estelas, cerrados en dos por la nariz, convertidos en téseras. …”
Extraído del Discurso de Aristófanes.
Platón, El Banquete
INTRODUCCION
Freud revolucionó con su propuesta del inconsciente y de la sexualidad, y en lo que respecta a la construcción de una sexualidad femenina aportó una escucha que no existía hasta entonces.
Los textos de Freud no sólo hacen aportes a la diferencia sexual, sino también sobre los géneros, consideraciones sobre los hombres y las mujeres que se sostienen en el tiempo, conceptualizaciones centradas en el papel de la sexualidad, de la pulsión y del deseo.
En su teoría del desarrollo sexual el prototipo para ambos géneros es el masculino, ambos sexos poseen una libido masculina que tiene por objeto fálico inicial a la madre. La niña por más que ha nacido anatómicamente con el sexo femenino deviene mujer a partir de una construcción.
El hombre tiene legitimada la expresión del deseo, y la mujer debe ser el objeto del mismo; hombres y mujeres nacemos con un conjunto de motivaciones que van a regir nuestra vida, pero el proceso cultural introduce un corte, una escisión que convierte a los hombres en sujeto y a las mujeres en objeto.
“La escisión genérica y la especialización social y cultural de las mujeres particulares para la prostitución, se explican por la enajenación de la mujer basada en la separación de su cuerpo y de su subjetividad que no son suyos, que le han sido conculcados. La propiedad general de todas las mujeres por los hombres es una determinación histórica esencial que las hace a todas seres dispuestas a ser ocupadas, seres en disposición, en servidumbre voluntaria: putas” (Lagarde, 1997; en Rodríguez, 2011).
El presente trabajo pretende dar cuenta de la actualidad de los textos de Freud a partir de la lectura del libro “Prostitución, del tabú a la banalidad” de Beatriz Rodríguez.
DESARROLLO:
Si hacemos una lectura histórica la mujer tiene alma desde hace relativamente poco, desde el Concilio de Trento, en 1563, que si bien produjo cierto avance en la consideración de la mujer, se encargó de sistematizar la consagración al matrimonio o la vida de convento como las únicas salidas decorosas y admisibles para el género femenino.
“El imaginario de Occidente que encerrara a la mujer en un orden binario sólo creado para ella (es frígida o ninfómana), condensó la identidad femenina en sólo dos opciones estereotipadas: es madre o prostituta” (Rodríguez, 2011).
Las mujeres “eran percibidas como diferentes por tanto no del todo comprensibles, no del todo previsibles, y no del todo controlables”.
La mujer ha sido considerada como ajena y diferente del hombre y actualmente esta concepción esta presente en innumerables prejuicios, que se expresan por ejemplo en las expresiones gramaticales, los términos de la lengua castellana como aventurero, ambicioso, zorro, hacen referencia a un hombre intrépido, sin miedos, valiente y visionario, mientras que los mismos términos utilizados en femenino: aventurera, ambiciosa, zorra, hacen referencia a un único vocablo: puta, que remite, como marca acertadamente Beatriz Rodríguez , “indefectiblemente como sinónimo a mujer” (Rodríguez, 2011).
La historia nos muestra a la mujer como mercancía, conjugando en el papel de mujer a la madre y esposa que pasa de la economía del padre a la economía del marido, siendo la reproducción su principal objetivo. La mujer transitaba del apellido del padre al del marido, se podría decir que no hay un apellido de mujer, se le permite a la mujer funcionar con una identidad social, pero ésta no le permite una posición en la escena sexual o en la maternidad, socialmente funciona con lo que tiene de su padre o con lo que adquiere de su marido pero nunca con sus faltas.
“La prostituta es objeto público de consumo en el mercado, es intercambiable, sustituible por cualquier otra. También la esposa es mujer objeto, pero su dependencia del hombre es directa, no pasa por el mercado, así como la amante es objeto erótico, privado, singular y especifico” (Rodríguez, 2011).
La única sexualidad que se le permitía a la mujer era la de la reproducción biológica sin acceso al campo del deseo, y esta represión sexual equivalía a una represión intelectual, puesto que la mujer ha sido considerada inferior al hombre.
A decir de Foucault ya con el poder pastoral se inició "la prohibición de hacer y la obligación de decir". De allí que no resulte extraño que la sexualidad sea uno de los mecanismos por excelencia de control, puesto que mediante ella el individuo es objetivado "para sí mismo y para los demás" mediante ciertos procedimientos estatales. El hombre no es el representante del Estado para la mujer. Para que el Estado funcione como funciona es necesario que haya del hombre a la mujer o del adulto al niño relaciones de dominación bien especíificas que tengan su configuración propia y su relativa autonomía.
A partir del psicoanálisis se piensa a la mujer con deseos, y hablante, Freud le propone a la mujer que hable y la escucha, la introduce en el orden simbólico.
Pero hay que destacar que el pensamiento freudiano está inmerso en el contexto de la Viena Imperial , de costumbres burguesas e ideas patriarcales.
En Freud convivieron distintas corrientes de pensamiento, el clasicismo con la modernidad en ebullición, la razón ilustrada con las fuerzas irracionales del ello, y esta convergencia se manifiesta en su propuesta teórica sobre las mujeres y la diferencia sexual con todas sus contradicciones.
De igual modo hay que considerar que la experiencia de Freud y su contacto con las mujeres no respondían a un patrón homogéneo, es sabido que no era lo mismo su modo de relacionarse con Martha, su esposa y pilar de su hogar, que con Minna, su cuñada, con quien como lo indican algunos biógrafos compartía confidencias, comentarios sobre sus trabajos, juegos de mesa y viajes.
En la obra de Freud está en juego la polaridad sujeto-objeto en relación a la diferencia sexual anatómica. En “Tres Ensayos para una teoría sexual” (1905) establece una tajante división entre lo masculino, sujeto, activo con posesión de pene por un lado y lo femenino, objeto pasivo, y sin posesión de pene por el otro.
La posición de la mujer como objeto vuelve a ser considerada por Freud en “Tótem y Tabú” (1913) cuando afirma que las mujeres son posesión del padre de la horda y objeto de intercambio; y en el texto “El tabú de la virginidad” (1918) señala que la causa del tabú es que la mujer es extraña y hostil para el hombre.
Freud sostuvo que el desarrollo femenino era más difícil de lograr que el masculino, tanto porque era necesario el cambio del primer objeto de amor que es la madre hacia el padre así como el viraje de la sexualidad clitoridiana, activa por naturaleza a la sexualidad vaginal pasiva. Además considera que las niñas sufren una mortificación irrecuperable al darse cuenta que poseen un genital “inferior”, en tanto el deseo de la niña de tener un hijo no es sino un sustituto del ansiado pene puesto que su castración es completa y no una amenaza como sucede en los niños. La denominada protesta masculina y la envidia del pene son la base de la psicología femenina.
La niña se niega a aceptar el hecho de su castración y se empeña en asegurar que posee un pene viéndose de este modo a comportarse como si en realidad fuera un hombre como ocurre en el complejo de masculinidad.
El pene como ordenador instaura por una parte un ser y por otra parte un tener, que dan realidad a los sujetos que se ubican de cada lado. El lado del ser corresponde a la femineidad como Freud la caracteriza cuando afirma que una mujer suplanta con la vanidad del cuerpo la herida narcisista de su privación de pene. El problema es que hay un solo significante, el falo, para los dos sexos; no hay un significante para masculino y femenino diferenciado.
“Es indudable, dirá Silvia Bleichmar, que el hombre ha cambiado históricamente; que las representaciones de si mismo y de la propia realidad no se mantienen estrictamente en los términos con que fueron pensadas por el psicoanálisis de los comienzos. Sin embargo las representaciones femeninas desde el psicoanálisis, aún parecen anudadas en las trampas del binarismo: la mujer es madre o prostituta. Soñada por hombres, narrada por hombres, temida y deseada por hombres, la mujer adapta su sentir sus percepciones y su código amoroso al repertorio de la demanda viril. Una profunda convicción disciplinada, poderosa, largamente elaborada le indica que su lugar estuvo socialmente ordenado y definido en relación al varón” (Rodríguez, 2011).
Aunque Freud reconoce que no se pueden homologar las categorías de activo-masculino y de pasivo-femenino, estas polaridades están soldadas en un marco de orden binario.
Especialmente en una sociedad donde los hombres son dominantes es imposible discutir el erotismo femenino, sin tener conciencia de que las fuerzas que modelan las fantasías sexuales son masculinas y remiten a los recuerdos de la primera intimidad con sus madres.
CONCLUSION
La posición de objeto de la mujer en Freud esta ligada al lugar del enigma, a raíz de la pregunta “¿Qué quiere una mujer?”, asume este enigma para el sujeto masculino.
El texto freudiano rescata, enfatiza e ilumina el papel de la sexualidad, de la pulsión y del deseo enmarcado en el complejo Edipo-castración.
En los últimos años se ha producido una universalización de los ideales de la sexualidad femenina a través de la difusión en los medios e comunicación masiva y de las crecientes redes sociales, siendo la consigna que la mujer debe igualar al hombre en todos los niveles inclusive en la disponibilidad sexual. Consigna que no hace más que ignorar la diferencia del deseo del hombre y de la mujer y por tanto la negociación de dicha diferencia.
En “Malestar en la Cultura” Freud asevera que las mujeres están escasamente dotadas para la sublimación, y que la obra cultural es una tarea masculina, cayendo en un prejuicio hondamente arraigado en su época.
Hay una inclusión diferente de la mujer en todos los ámbitos, marcada por la cultura, que además determina las características y los roles para hombres y mujeres.
Creo que el pensamiento de Freud opera en el registro de lo humano, de la cultura y expresa sus paradojas al intentar sostener una idea universal sobre la mujer.
BIBLIOGRAFIA:
· Freud, Sigmund: “33ª conferencia. La Feminidad. En : Obras completas. Vol. XXII. Buenos Aires. Amorrortu editores. 1992.
· Freud, Sigmund: “El tabú de la virginidad”. En: Obras completas. Vol. XXI; Buenos Aires. Amorrortu editores. 1992.
· Freud, Sigmund: “Malestar en la cultura”. En: Obras completas. Vol. XXIII. Buenos Aires. Amorrortu editores. 1992.
· Freud, Sigmund: “Tótem y tabú”. En: Obras completas. Vol. XIII. Buenos Aires. Amorrortu editores .1992.
· Freud, Sigmund: “Tres ensayos para una teoría sexual”. En: Obras completas. Vol. IX. Amorrortu editores.1992
· Rodríguez, Beatriz M.: Prostitución, del tabú a la banalidad. Buenos Aires. Lugar Editorial. 2011.
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