Carrera: Licenciatura en Psicología
Asignatura: Psicología Clínica de Adultos
Docentes: Dra.
Beatriz M. Rodríguez
Lic. Gustavo Gaccetta
Alumna:
Liliana Vogler -
Legajo: 11.294
EN
TERAPIA:
MARINA- CAPÍTULO 6
Reseña:
Marina llega a esa sesión con la noticia de haber
aceptado casarse con su novio, aunque triste, confesando estar enamorada del
terapeuta, diciendo que le costó varios días reponerse y superar lo ocurrido en
la última sesión, donde ya le había hablado de su amor.
Esa situación la vive como que está engañando a su novio.
Sin embargo, decide casarse y poner la fecha, ante la negativa del terapeuta a
tener una relación con ella.
Guillermo (el analista) la felicita por su decisión y
pone en cuestionamiento lo que ella llama estar enamorada. Le afirma que ella
sabe que él no es una opción real, que él es sólo su analista.
Ella avanza e insiste, tratando de provocarlo para lograr
de él una satisfacción a su demanda. La provocación va desde la incitación a
que se sincere con ella, para que diga que le pasa lo mismo, hasta humillarlo
calificándolo de ser ausente, gris, pasando por situaciones donde intenta
seducirlo y sacarlo del lugar de analista.
Intenta ponerlo en una situación triangular, de incluirlo
en su vida privada, invitándolo al casamiento, “queremos que participes de
nuestra alegría” argumenta, “hablamos de vos y estás primero en la lista”. Justificando
que su novio (también analista) se puso contento de que la ayudara, aunque al
comienzo no había puesto su confianza en él.
De todos modos reconoce que se halla deprimida y
cuestiona al terapeuta su supuesta alegría por el casamiento, pues considera
que es forzada. Intenta que él reconozca que, en realidad, no quiere que se
case.
El analista hace una observación acerca de la sesión
anterior donde habían llegado a ciertas profundidades en el análisis, mientras ahora
se encuentra queriendo subir apresuradamente a la superficie (hace un
paralelismo con el buceo, donde subir rápido, sin descomprimir a tiempo, puede
ocasionar lesiones graves).
Ella deja pasar esa cuestión y, siguiendo la misma línea
superficial y de búsqueda de intimidad, se alegra porque a ambos les gusta el
buceo, ya que lo bueno es que tengan algo en común.
Demanda tener una sesión alegre, no deprimente, corriéndose
de los planteos más profundos.
Comenta anécdotas que tienen que ver con otra pareja amiga
que tiene un bebé y las emociones encontradas que la imagen de ellos le produce, deslizando sus miedos a convertirse
en una mujer “domesticada”, como su amiga, cuya “fantasía sexual más salvaje es
dormir 4 horas seguidas”, sentencia.
El terapeuta no deja pasar esto e interviene, señalando
que pareciera que para ella, su novio quiere “retapizar” su vida, construir
nidos que a ella le representan jaulas. Entonces, realmente ¿Quiere casarse?
Marina dice que sí, que se casa porque el analista le dio
un no rotundo, a pesar de que cuestiona a ese novio como analista, señalando que
si no es bueno en la cama no puede serlo como profesional. Deja deslizar un paralelo
con él, a quien considera un buen analista y por lo tanto, por carácter
transitivo, debería ser un buen amante.
No acepta de que se trate de fantasías, afirma estar
enamorada, y que “no es digno ni de vos
como analista, ni de mí como paciente” decir eso.
Guillermo se aparta de ese lugar llevándola a recordar
una anécdota muy significativa de tiempo atrás, donde ella contaba que,
teniendo 15 años, luego de la muerte de su mamá, había ido a la casa en un lago
con una pareja que no tenía hijos y convivido con ellos un verano, a ella le
gustó estar con David, tan distinto de su padre. Lo había descrito muy bien,
como buen mozo y quería que David la adoptara, “lo quería todo para mí”, dice.
El terapeuta le señala que David era un salvavidas para
ella en ese momento, como ahora él es un refugio de Andrés, de lo que su novio
no es. Por lo tanto él, como analista, tampoco es una opción real, sólo un
lugar adonde ella se puede escapar.
Marina remarca la diferencia: no quiere que la adopte,
quiere que le haga el amor.
“O que te salve”, agrega él.
Pide ir al baño, que no funciona, ella insiste en ir al
piso de arriba. Él se lo impide y ella fuerza esa situación, lo provoca parada
frente a él, acusándolo de tener miedo.
Él pretende cortar la sesión allí, ella insiste, provoca,
cuestiona su rol, sus interpretaciones, sabiendo que a pesar de lo que diga o
haga (gestos sensuales) igual no iba a pasar nada. Pone en duda su ser como
hombre, como un ser que por dentro dejó
de vivir.
Se pone en el lugar de saber lo que piensa y siente él
antes de dormir, y que sólo es por cobardía que no le responde.
Parados frente a frente le pide un abrazo, él se mantiene
firme, en silencio, aunque conmovido. Avisa que se va y que le serviría de mucho
saber si él quiere que se case o no. Insiste una vez más: “sí o no”. Silencio y
se va.
Transferencia y
contratransferencia:
En
esta escena podemos observar con claridad que esta paciente, que lleva un
tiempo haciendo análisis, se encuentra en una etapa donde está operando la
transferencia.
Se
puede denominar transferencia, en psicoanálisis, al proceso donde los deseos
inconscientes del paciente se actualizan sobre un objeto, en este caso dentro
de la relación analítica. “Son reimpresiones, reproducciones de las mociones y
de los fantasmas que deben ser develados y hechos conscientes a medida que
progresa el análisis; lo característico de ellas es la sustitución de una
persona anteriormente conocida por la persona del médico” (Laplanche y Pontalis;
1993).
Hay
mociones libidinales que han podido seguir el pleno desarrollo psíquico,
vueltos a la realidad objetiva, listas para la personalidad consciente.
Mientras que otras mociones libidinales se quedaron apartadas de la realidad
consciente, totalmente inconscientes o expresándose en fantasías. Cuando la
necesidad de amor no se encuentra satisfecha, el sujeto se volcará con unas
“representaciones-expectativa libidinosas hacia cada nueva persona que
aparezca” (Freud; 1912).
En
el proceso analítico es lógico que se vuelquen hacia el analista, tanto las
representaciones libidinales conscientes como las inconscientes, produciendo la
transferencia.
Cuando
Marina le confiesa su amor, lo hace en un momento clave. Según lo señalado por Guillermo,
se da justo en el momento en que estaban buceando por las profundidades del
análisis. Marina pide una sesión alegre donde la conversación eluda los temas
álgidos.
El
analista utilizando acertadamente la metáfora de la descompresión en el buceo, dice
que ella realiza una salida apresurada hacia la superficie, a riesgo de
lesionarse.
Esto
no es casual, está operando un tipo de transferencia
como obstáculo, que genera resistencia.
A modo de defensa, cuando se está llegando al núcleo del conflicto, aparece la
más fuerte resistencia al tratamiento. Disminuye la parte de la libido
susceptible de conciencia y al mismo tiempo aumenta la parte inconsciente. Hay
un retraimiento de libido, regresión que reanima imagos infantiles.
En
Recordar, repetir y reelaborar, Freud (1914) refiere que hay una relación en la
compulsión de repetir, con la transferencia y la resistencia. Dice que en el proceso “el analizado no
recuerda, en general nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa.
No
lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber…” ” La repetición es
la transferencia del pasado olvidado”.
Marina
interpreta lo que le está sucediendo en la actualidad, lo que en realidad es repetición de hechos pasados. Guillermo, el
analista, hace una ilustración al respecto, la retrotrae a la historia de las
vacaciones de los 15 años donde va con una pareja sin hijos, y en su situación
de desvalimiento, habiendo muerto su madre y con un padre ausente, tiene
sentimientos con David, y busca en él protección, a modo de salvavidas, con un
sentimientos posesivos y de exclusividad. Similares sentimientos ahora se ponen
en escena frente al analista, en medio del desconcierto y temores ante la
inminencia de su casamiento. Ahora su vulnerabilidad estaría expresada en que,
al casarse, se convertiría en una mujer domesticada, desde una imagen que toma
prestada de su amiga y que la asusta. Demanda a Guillermo inconscientemente que
la salve de ese destino que la angustia, que le ofrezca otra opción de pareja
en contrapartida con la que le ofrece Andrés, que la ahoga.
Pero
ella no acepta el paralelismo de ambas situaciones que le plantea el analista, lo
cual implica repetición.
Marina
en ese momento le declara su amor, pero asimismo confiesa que no es un
sentimiento nuevo, sino que lo había sentido desde la primera sesión.
¿Por
qué la confesión la lanza en esta instancia del análisis? Justamente por la
resistencia. “El enamoramiento existía desde mucho antes, pero ahora la resistencia
empieza a servirse de él para inhibir la prosecución de la cura, apartar del
trabajo todo interés y sumir al médico analista en un penoso desconcierto.”
Freud (1914)
Para
ello avanza sobre él rebajándolo de la condición de analista, cuestionando su
autoridad, su capacidad y hasta poniéndolo en duda como hombre. Despojarlo del
lugar de terapeuta, dejarlo desnudo, sin herramientas, para que no siga
operando el análisis. La resistencia es tan fuerte porque se trata de una transferencia erótica intensa. Proyectando
sus propias fantasías, asegura que a él le pasa lo mismo, que siente lo mismo
por ella.
Freud
hacía referencia a una anécdota respecto de las fantasías de pacientes
histéricas. “Una amiga le preguntó cierta vez a la enferma: ¿No se le ha ocurrido
consultar al doctor Freud? Y respondió la enferma: ¿Para qué lo haría? Sé que
me preguntaría: ¿Ya ha tenido la idea de mantener comercio sexual con su padre?
Huelga asegurar expresamente que ni en ese tiempo recurría a tales preguntas, ni
hoy las hago. Pero esto nos lleva a percatarnos de que mucho de lo que los
pacientes refieren como manifestaciones o acciones de los médicos, puede
entenderse como revelación de sus propias fantasías patógenas” (Freud; 1910).
Guillermo
interviene con un señalamiento: le propone terminar con la terapia y, ante la
queja de Marina, agrega que es ella quien lo está decidiendo, desde el momento
en que dejó de ser su analista para convertirlo en su enamorado. Por lo tanto, de
esa manera, no se puede trabajar.
Lo
ha puesto a prueba como analista, se le
ha plantado en actitud seductora en una situación de entrega absoluta.
“Acrecienta el enamoramiento y exagera la buena disposición a la entrega sexual
a fin de justificar, invocando los peligros de semejante desenfreno, la acción
eficaz de la represión” (Freud; 1914-1915).
¿Cómo actúa la contratransferencia en el
analista ante una demanda erótica intensa?
En Desde la clínica, Beatriz Rodríguez
(2010) explica las dificultades del analista frente a las implicancias de la contratransferencia.
Deberá aferrarse a la rigurosidad técnica y abstenerse, no ya por cuestiones
morales, de exteriorizar sus “contra-afectos”.
Pero,
para advenir analista, no es suficiente el dominio de la técnica, “las
represiones o los propios prejuicios del analista, podrían hacerle pasar por
alto ciertos elementos en el discurso de su paciente, o ver otros de forma
exagerada, alterando su significado. Por otra parte, no siempre es fácil
afrontar el inagotable acoso afectivo de los pacientes, sin reaccionar
-consciente o inconscientemente- al mismo; es decir sin pretender de algún modo
sofocarlo o corresponderlo” (Rodríguez; 2010)
O
sea que la contratransferencia es la puesta en acto de los deseos del analista,
de lo que le produce la relación con el paciente. Hay algo del paciente que
funciona como disparador de lo inconsciente del analista, que luego va a actuar
pero no sentir, ya que implicaría que los sentimientos que le origina no los podría
manejar y eso le impediría escucharlo.
Guillermo
no responde a la demanda de amor, se mantiene duro, firme ante cada
provocación, en posición de “hombre muerto”. Es la necesaria abstinencia que
debe mantener. No se trata de una cuestión moral, se trata de lo que es
efectivo en el camino de la cura y lo que abortaría cualquier tratamiento.
No
debería exhortar a la paciente a que renuncie y sofoque lo pulsional, ni a que
recurra a la sublimación. Ya que, en el
camino de la cura, lo que se pretende es hacer consciente lo reprimido, y ante
esta postura, se podría generar una nueva represión, como sentimientos de
ofensa y deseos de venganza. Tampoco se pueden satisfacer sus demandas, la cura
tiene que darse en total abstinencia, y la paciente, mientras no haya levantado
sus represiones, no hallará una real satisfacción. Si el analista cayera en dar
libre cabida a sus deseos, a querer complacerla, quien habría logrado sus
objetivos sería la paciente y no el analista en el camino de su cura.
Si
“procurásemos el triunfo de la sensualidad, la represión sexual arrojada a un
lado se sustituiría por síntomas” (Freud; 1917). No podría poner fin al
conflicto interior.
Para
eso el analista cuanto más logre resistir a su propia tentación, a los
sentimientos que la paciente le genere, más podrá aprovechar lo producido en la
sesión, porque ella se sentirá más segura para exponer sus condiciones de amor,
sus fantasías sexuales, etc. que darán luz sobre los fundamentos infantiles de
su amor.
Requisito
para esto será la paciencia del analista, para poder superar esa situación
crítica expuesta en la sesión de referencia, y poder continuar con el trabajo
analítico con un enamoramiento más atemperado, conviviendo con ese amor, pero
transformándolo en vía de arribo a las fantasías y a la elección infantil de
objeto.
El
terapeuta tiene que comprender, que esa declaración de amor expresada, no está
dirigida a él, es producto de la situación analítica, empujada por la
resistencia. Por ese motivo, Guillermo le aclara que ese amor no es real, que
él solo es su analista. Sabe que no puede tomar esa situación como una ventaja
personal.
Librará
entonces una batalla en tres frentes: Íntimamente, tratando de sofocar sus
deseos, fuera del análisis y en el análisis, contra su paciente que lo presiona
con sus pasiones.
Guillermo
logra salir airoso de la presión de esa sesión, no sin alteraciones emocionales
que inhibe, pero que podrán volverlo vulnerable en futuras sesiones.
Bibliografía:
· Freud, S. [1910] “Escritos Breves”; en: Obras Completas. Tomo XI, Buenos Aires; Amorrortu
Editores.
·
Freud, S. [1912] “Sobre la dinámica de
transferencia”; en: Obras Completas.
Tomo XII, Buenos Aires; Amorrortu Editores.
·
Freud, S. [1914] “Recordar, Repetir,
Reelaborar”; en: Obras Completas. Tomo
XII, Buenos Aires; Amorrortu Editores.
·
Freud, S. [1914-1915] “Puntualizaciones sobre
el amor de transferencia”; en: Obras
Completas. Tomo XII. Buenos Aires; Amorrortu Editores.
· Freud, S. [1917] “Conferencias de
introducción al psicoanálisis. 27ª conferencia. La transferencia”. En: Obras Completas. Tomo XVI. Buenos Aires;
Amorrortu Editores.
·
Laplanche, J. Bertrand Pontalis, J. Diccionario de Psicoanálisis
(1993).Labor.
· Rodríguez, Beatriz M. Desde la Clínica. Creatividad en las fronteras del Psicoanálisis.
Buenos Aires; UdeMM; 2010.