miércoles, 30 de noviembre de 2011

Análisis de un fragmento del “Caso Dora” a través del texto: La Femineidad y sus Metáforas (4)

 



Universidad de la Marina Mercante
Facultad de Humanidades
Carrera: Licenciatura en Psicología

Asignatura: Psicoanálisis I 
Profesores: Dra. Beatriz M. Rodríguez
                   Lic. Gustavo Gaccetta

Trabajo práctico: Análisis de un fragmento del "Caso Dora" a partir del texto  
                            La Femineidad y sus Metáforas. 

Autora: María Victoria Villadeamigo
Turno: Noche - 2011


 


Índice:

Introducción
Texto a analizar
Análisis a través de la teoría de Freud
Análisis a través de: La Femineidad y sus Metáforas
Conclusión
Bibliografía

Introducción:

Como se afirma en La Femineidad y sus Metáforas: “la identidad femenina resulta un montaje cultural, un sistema mudable y progresivo de representaciones y no la manifestación espontánea de una situación de hecho” (1).

En este libro se recopilan y analizan distintas metáforas, presentadas según la época, que tienen como fin mostrar las distintas etapas y definiciones por las que fue atravesando, en la realidad y en la fantasía, la femineidad. Como herramientas, la autora utiliza imágenes y simbolismos presentes en “la filosofía, la religión, el psicoanálisis, la historia, el imaginario social y el lenguaje cotidiano” (2). Por supuesto, también agregando su opinión personal, que hace más rica e interesante la lectura del mismo.

A través de este material y el párrafo propuesto por la cátedra para este trabajo intento esbozar lo que a mi entendimiento también quiere significar el extracto. Tomaré asimismo como un pilar complementario, elementos encontrados en la teoría de Freud, utilizando también como ayuda el Diccionario de Psicoanálisis de Jean Laplanche y Jean Bertrand Pontalis; textos que considero necesarios para esclarecer el análisis logrado.

Luego de introducirlos en la misión que me propongo lograr en este trabajo, invito de esta forma al lector a acompañarme en esta actividad que encontré reconfortante y desafiante a la vez.
 “A menudo, los motivos para enfermar empiezan a obrar ya en la infancia. La niña hambrienta de amor que de mala gana comparte con sus hermanos la ternura de los padres observa que esta vuelve a afluirle si ella enferma y causa inquietud en los padres. Ahora conoce un medio para granjearse el amor de sus progenitores, y se valdrá de él tan pronto como disponga del material psíquico para producir una enfermedad. Cuando la niña se ha hecho mujer y, en total contradicción con los reclamos de su infancia, se ha casado con un hombre desconsiderado, que sofoca su voluntad, explota sin contemplaciones su capacidad de trabajo y no le brinda ternura ni le da dinero, la única arma que le queda para afirmarse en la vida es la enfermedad. Esta le procura la anhelada consideración, obliga a su marido a hacer sacrificios pecuniarios y a usar miramientos que no habría tenido de estar ella sana, y, en caso de que se cure, lo fuerza a tratarla con precaución, pues de lo contrario amenaza tener una recaída.”
Freud, Sigmund. [1901] “Fragmento de análisis de un caso de histeria”. (Caso Dora - Pág. 40) En: Obras completas; Buenos Aires; Amorrortu; 1992.

Análisis a través de la teoría de Freud:
“A menudo, los motivos para enfermar empiezan a obrar ya en la infancia. La niña hambrienta de amor que de mala gana comparte con sus hermanos la ternura de los padres observa que esta vuelve a afluirle si ella enferma y causa inquietud en los padres. Ahora conoce un medio para granjearse el amor de sus progenitores, y se valdrá de él tan pronto como disponga del material psíquico para producir una enfermedad”.

Se encuentra en este párrafo el inicio que conlleva a una histeria de conversión (donde la acción de represión tiende a separar el afecto de la representación, y la libido que la represión así ha separado del material patógeno es convertida en un síntoma) o como llamará luego Freud a la neurosis de transferencia en “Las lecciones de introducción al psicoanálisis” que publicó entre los años 1916 y 1917. En aquella oportunidad Freud manifestó que los síntomas son la expresión simbólica de un conflicto psíquico. Tomando como conflicto psíquico a ciertas representaciones que son el objeto de una defensa, debido a que son inconciliables con el yo.
A su vez en su obra “Recuerdo, repetición y trabajo elaborativo” del año 1914 Freud introduce  esta noción desde el momento que el paciente repite en la transferencia sus conflictos infantiles.
El material psíquico que dispone más tarde en su desarrollo nos lleva a la teoría del segundo aparato psíquico y del desarrollo de la sexualidad infantil al momento en que se comienza a conformar su yo en la etapa fálica.  
Las resistencias manifestadas por el paciente se describen en un primer análisis, en los “Estudios sobre la histeria”, como viniendo del yo “que encuentra placer en la defensa”.
En la histeria el yo interviene como instancia defensiva, pero de un modo complejo. Esta acepción se puede tomar de manera ambigua; por eso debemos tener en cuenta tanto el yo como campo de conciencia, situado ante una situación conflictiva (conflictos de intereses, de deseos, y también de deseos y prohibiciones) e incapaz de dominarla, se defiende evitándola, no queriendo saber nada de ella. En este sentido el yo es el campo que debe ser preservado del conflicto por la actividad defensiva. Y también el conflicto psíquico que Freud ve actuar presenta otra dimensión: es el yo “como masa dominante de representaciones” lo que se ve amenazado por una representación considerada como inconciliable con él y así tiene lugar una represión por el yo.
 “Cuando la niña se ha hecho mujer y, en total contradicción con los reclamos de su infancia, se ha casado con un hombre desconsiderado, que sofoca su voluntad, explota sin contemplaciones su capacidad de trabajo y no le brinda ternura ni le da dinero, la única arma que le queda para afirmarse en la vida es la enfermedad. Esta le procura la anhelada consideración, obliga a su marido a hacer sacrificios pecuniarios y a usar miramientos que no habría tenido de estar ella sana, y, en caso de que se cure, lo fuerza a tratarla con precaución, pues de lo contrario amenaza tener una recaída.”
Aquí, nos detendremos a aclarar que la neurosis es una afección psicógena cuyos síntomas son la expresión simbólica de un conflicto psíquico que tiene sus raíces en la historia infantil del sujeto y constituyen compromisos entre el deseo y la defensa.
Los síntomas neuróticos son trastornos de la conducta, de los sentimientos  o de las ideas que manifiestan una defensa contra la angustia y constituyen, en relación con este conflicto interno una transacción de la cual el sujeto obtiene en su posición neurótica, cierto beneficio secundario. En la enfermedad el sujeto obtiene una satisfacción directa e indirecta. El beneficio primario es el que entra en consideración en la motivación misma de una neurosis: satisfacción hallada en el síntoma, huida en la enfermedad, modificación favorable de las relaciones con el ambiente. Y el beneficio secundario se distingue del anterior en que su aparición es con posterioridad, como ganancia suplementaria de la enfermedad y con el sentido de los síntomas.
La enfermedad se desencadena y se mantiene en virtud de la satisfacción que aporta al individuo. El proceso neurótico responde al principio del placer y tiende a obtener un beneficio económico, una disminución de la tensión. Este beneficio se evidencia por la resistencia del sujeto a la cura, resistencia que se opone al deseo conciente de curarse.
En el estudio del Caso Dora, Freud parecía sostener inicialmente la idea de que los motivos de la enfermedad son siempre secundarios con relación a la formación de los síntomas. Éstos no tendrían al principio una función económica y podrían ser efímeros si no resultasen fijados en un segundo tiempo: “cierta corriente psíquica puede encontrar cómo servirse del síntoma, y éste adquiere así una función secundaria, quedando como anclado en el psiquismo”.
Luego, en una rectificación añadida en 1923 al estudio del Caso Dora, Freud comenta: El “beneficio primario” va ligado al propio determinismo de los síntomas. En él distingue Freud dos partes: la “parte interna del beneficio primario” consiste en la reducción de tensión que procura el síntoma; éste, por doloroso que sea, tiene por finalidad evitar al sujeto conflictos a veces más penosos: es el mecanismo llamado de  “la huida en la enfermedad”. La “parte externa del beneficio primario” estaría ligada a las modificaciones que el síntoma aporta en las relaciones interpersonales del sujeto. Así, una mujer “oprimida por su marido” puede conseguir, gracias a la neurosis, mayor ternura y atención, al mismo tiempo que se venga de los malos tratos recibidos.
También podemos rescatar de Freud, en “Más allá del principio de Placer (1920) la afirmación de que en la compulsión a la repetición se muestra que bajo el sufrimiento aparente, como por ejemplo el del síntoma, se busque la satisfacción de un deseo. Lo que es displacer para un sistema del aparato psíquico es placer para otro.
En Inhibición, síntoma y angustia” (1926) Freud ve en la compulsión a la repetición el tipo mismo de resistencia propio del inconsciente.
“El yo se comporta como guiado por la idea de que el síntoma persistirá en lo sucesivo y no podrá ser eliminado: no queda otro remedio que transigir con esta situación y obtener de ella la mayor ventaja posible”.
En este beneficio secundario de la enfermedad que constituye una verdadera incorporación del síntoma al yo, distingue Freud, por una parte, las ventajas obtenidas del síntoma en el terreno de la autoconservación, y por otra parte las satisfacciones propiamente narcisistas.
En este texto Freud distingue cinco formas de resistencia; tres de ellas se atribuyen al yo: la represión, la resistencia de transferencia y el beneficio secundario de la enfermedad. Además hay que considerar la resistencia del inconsciente o del ello y la del Superyó. La primera hace técnicamente necesario el trabajo elaborativo: “es la fuerza de la compulsión a la repetición; atracción de los prototipos inconscientes sobre el proceso pulsional reprimido”. Finalmente, la resistencia del Superyó deriva de la culpabilidad inconsciente y de la necesidad de castigo.

Análisis  a través de La femineidad y sus metáforas:
Desde el inicio de las civilizaciones hasta la actualidad, el imaginario social forjó distintos significados a la mujer y a la femineidad. Ellos acompañaron a la mujer trayendo consigo distintos sufrimientos, padecidos por intentar llegar a alcanzar dichos  ideales o  por rechazarlos desde lo más íntimo de su ser. Conlleva este rechazo conductas tales como enfermarse, padecer histeria, o intentar escaparse a través de la vocación religiosa, de su destino de matrimonio electo y de procreación sin su consentimiento.
Bajo el régimen patriarcal que perduró hasta finales del siglo 19 y principios del siglo 20, el hombre era el que tenía el poder y la mujer debía ser sumisa, pasiva, y debía tratar al hombre con ternura, devoción, y no violencia. Remitiéndose sólo a ser un ornamento, y también madre; relegando todos sus deseos a este único fin.
“Contrariamente al varón: activo, conquistador, en pugna permanente con el mundo exterior; Freud describió a la mujer como a un ser capaz de brindar amor en el hogar y secundar a su marido con abnegación. […] Juzgó esencialmente narcisista, pasiva y masoquista a la personalidad femenina” (3).
Estas significaciones eran transmitidas a través de la medicina, la política, los mitos,  la  religión  y la educación en cada época. Pudiendo así proporcionar significación al mundo y a la existencia humana.
El caso Dora es un ejemplo del camino que tomaban las mujeres en su época, recurriendo a la enfermedad como “instrumento para afirmarse en la vida, hallando en la epidemia de histeria, una estrategia para oponer resistencia a un rol social intolerable” (4)
El mismo Freud fue influido por los prejuicios y los ideales de esa época. En su teoría encontramos una línea de pensamiento de autoridad patriarcal dónde la mujer es relegada a satisfacer y cuidar al hombre,  a  procrear y cuidar de la salud y bienestar de la familia.
La femineidad fue poco estudiada en su época bajo su teoría y fue relegada a ser pensada como un ser que sufre de “envidia del pene”. Obviamente, no se le daba a la mujer las mismas posibilidades de convivencia y de elecciones que sí tuvo el hombre; y se las trataba como débiles y enfermizas.
Freud extrae de los síntomas una especie de “lengua fundamental” y universal.  También Freud, nos dice que el síntoma es una expresión simbólica del deseo o del conflicto defensivo y que se expresa de un modo indirecto, figurado  y más o menos difícil de descifrar.
La esencia del simbolismo, con el que se creó, por ejemplo, la idea de femineidad, consiste en una “relación constante” entre un elemento manifiesto y su traducción. Esta constancia se encuentra, no solamente en los sueños, si no en muy diversos campos de expresión como los síntomas y otras producciones del inconsciente (mitos, folklore, religión, etc.) y en áreas culturales alejadas entre sí. Escapa relativamente, a modo de un vocabulario fijo, a la iniciativa individual, es decir, el individuo puede elegir entre los diversos sentidos de un símbolo, pero no crear otros nuevos.


Conclusión:
Desde el Psicoanálisis o desde La Femineidad y sus Metáforas, entiendo al caso Dora, como una expresión puesta en un síntoma, un lenguaje que rechaza la significación  a la que fue relegada la mujer. Este lenguaje debe ser escuchado, ya que en la persona de Dora no sólo encuentra expresión su pensamiento, sus deseos o conflictos; sino el de todas las mujeres de su época que sufrieron el mismo padecimiento.


Notas:
*       Laplanche Jean y Pontalis Jean-Bertrand. Diccionario de Psicoanálisis, Paidós: 1996.
*       (1) y (2) Rodríguez, B. M. La femineidad y sus metáforas; Pág. 11; Buenos Aires; Lugar Editorial; 2005.
*       (3) Rodríguez, B. M. La femineidad y sus metáforas; Pág. 72; Buenos Aires; Lugar Editorial; 2005.
*       (4) Rodríguez, B. M. La femineidad y sus metáforas; Pág. 58; Buenos Aires; Lugar Editorial; 2005.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Análisis de un fragmento del “Caso Dora” a partir del texto: La Femineidad y sus Metáforas (3)


Universidad de la Marina Mercante
Facultad de Humanidades
Licenciatura en Psicología
Materia: Psicoanálisis I
Turno: Noche

Profesores:  Dra. Beatriz M. Rodríguez
                         Lic. Gustavo Gaccetta

Alumna: María Victoria Clemente
Trabajo práctico: Análisis de un fragmento del “Caso Dora” a partir del texto: La femineidad y sus metáforas
Noviembre 2011





PÁRRAFO EXTRAÍDO del “ CASO DORA”

“A menudo, los motivos para enfermar empiezan a obrar ya en la infancia. La niña hambrienta de amor que de mala gana comparte con sus hermanos la ternura de los padres observa que esta vuelve a afluirle si ella enferma y causa inquietud en los padres. Ahora conoce un medio para granjearse el amor de sus progenitores, y se valdrá de él tan pronto como disponga del material psíquico para producir una enfermedad. Cuando la niña se ha hecho mujer y, en total contradicción con los reclamos de su infancia, se ha casado con un hombre desconsiderado, que sofoca su voluntad, explota sin contemplaciones su capacidad de trabajo y no le brinda ternura ni le da dinero, la única arma que le queda para afirmarse en la vida es la enfermedad. Esta le procura la anhelada consideración, obliga a su marido a hacer sacrificios pecuniarios y a usar miramientos que no habría tenido de estar ella sana, y, en caso de que se cure, lo fuerza a tratarla con precaución, pues de lo contrario amenaza tener una recaída.”

Freud, Sigmund. [1901] “Fragmento de análisis de un caso de histeria”. (Caso Dora - Pág. 40) En: Obras completas; Buenos Aires; Amorrortu; 1992.




ARTICULACIÓN

No podemos comenzar a articular conceptualmente este párrafo -escrito por Sigmund Freíd, extraído del “Fragmento de análisis de un caso de histeria” Caso Dora- con el libro La femineidad y sus metáforas, cuya autora es la Dra. Beatriz Rodríguez, sin dejar de enfatizar que la condición femenina ha despertado desde el comienzo de la historia todo el interés y distintas miradas desde la ciencia que la ha observado y descrito.
Mucho es lo que se ha escrito, desde la homologación de lo oculto y secreto relacionado con lo femenino, hasta la seudo-libertad de aquellas mujeres que habiendo producido escritos sobre mujeres, lo hicieron desde el sometimiento de los códigos masculinos aceptados de la época.
Lo cierto  es que los tiempos han cambiado y la representación de la mujer también: desde la mujer dadora y mantenedora de la vida, a la mujer responsable de la escasez y/o abundancia en la agricultura, de la Pachamama generadora de cierto orden comunitario, hasta prerrogativas divinas de la matriarca y mucho más, para que luego fuera destituida de su status de mujer, consecuencia de la revolución patriarcal.
“Los hombres derrotaron a las mujeres, las sometieron y lograron imponerse como gobernantes en una sociedad jerárquicamente organizada”.
La imposición del padre en la familia prevaleció como autoridad indiscutible y la sustitución del mito femenino y las diosas madres,  fue legitimado por el imperio masculino, pudiéndose desembarazar así de la mujer y generando en torno a ella, tabúes, supersticiones, creencias, pensamientos mágicos que ponían en peligro, limitaban  y amenazaban la vida de la mujer; algo así como el deseo de neutralizar las “oscuras fuerzas femeninas”.
Esto llevó a la mujer a la pérdida de su identidad de tal, aparentemente sólo redimible en parte a partir de la maternidad, pero esta aptitud reproductora de la mujer le imprimió también  fantasías y temores.
En “La Orestíada”, -drama que tenía una función pedagógica, de enseñanza moral- se apelaba a las emociones y se imponía conformidad  a las normas y pensamientos dominantes (patriarcales); como también en “Antígona” de Sófocles  -tragedia aleccionadora-, se presentaban conflictos entre humanos y dioses, entre  principios patriarcales y matriarcales, liberando o sometiendo, ganando o venciendo finalmente (a mujeres, diosas).
Sirenas, mujeres aladas en la antigua Grecia, Pitonisas, meretrices o reproductoras, Las Nereidas, Las Náyades, las Ondinas, todas, enigmas femeninos y mundos oscuros, vida y muerte, nacimiento y fin …el principio masculino siempre puesto de manifiesto por sobre el femenino.
Desde entonces  existió un estrecho parentesco entre la mujer que deseaba ser conquistada y que a la vez rechazaba ser conquistada, escenas que se plasmaron incluso en el arte (ejemplo “Turandot” de Giácomo Puccini).
Esta obra podemos relacionarla con la historia tradicional de las princesas encantadas (de cuentos infantiles y no tanto) que aguardaban la llegada del príncipe azul, aquel que las liberaría mediante un beso y las transformaría en mujeres, lo suficientemente humanas como para reconocer (y aceptar) sus propios deseos.
¿Qué ocurrió con el deseo femenino?
De la mano del Dr. Sigmund Freud y del resultado de sus investigaciones aparece un gran interrogante, el deseo femenino.
Freud ha investigado clínicamente acerca de la histeria y de la femineidad, cuestiones ambas relacionadas con el deseo femenino y un ejemplo de ello es el caso Dora, al que se hizo mención precedentemente y se transcribió un párrafo de estudio.
Obviamente las descripciones freudianas lo son desde el punto de vista de un varón, pero aún con limitaciones son valiosísimas sus aportaciones.

El párrafo que se menciona a continuación:
Cuando la niña se ha hecho mujer y, en total contradicción con los reclamos de su infancia, se ha casado con un hombre desconsiderado, que sofoca su voluntad, explota sin contemplaciones su capacidad de trabajo y no le brinda ternura ni le da dinero….”, pone en evidencia la prevalencia de la autoridad masculina por sobre la condición femenina, la mujer es minimizada, sojuzgada, sometida, ignorada, en torno a las desconsideraciones del varón cuyo predominio era aceptado culturalmente en desmedro de la propia condición de la mujer.
 
Para esa época mujeres y niños se hallaban sujetos a la autoridad, dominio y tal vez capricho del pater familiae, por lo tanto era muy probable que –como Freud sostuvo en un primer momento- en cada caso de histeria se pudiese rastrear la presencia de un abuso sexual infantil reprimido, pero luego cambió su explicación al afirmar que la causa de la histeria se hallaba no tanto en sucesos reales como en las fantasías de seducción de las pacientes, en el inconsciente “no existe modo de diferenciar la verdad de la ficción investida de afecto”.

El psicoanálisis dice que muchos de los temores que experimentamos son deseos encubiertos.
Las mutilaciones genitales femeninas limitan su erotismo y transforman literalmente a la mujer como simple objeto de satisfacción para el varón, la “hembra humana” es excluida así de toda posibilidad de placer sexual


La única arma que le queda para afirmarse en la vida es la enfermedad.
¿ qué enfermedad?
En la antigüedad, ciertas dolencias manifestadas por las mujeres se las vinculaba con los movimientos caprichosos del útero dentro del cuerpo de ellas, capaces incluso de obstruir hasta la entrada del aire y provocar desmayos.


Cuando medicina y filosofía se articulaban entonces como un sólo saber, Hipócrates había intentado explicar este malestar y hablaba del “desplazamiento del útero”, un pensamiento que perpetró y estuvo en vigencia hasta fines del siglo XIX.

Esta conjunción o asociación entre el útero y la irracionalidad femenina- producto de una cosmovisión discriminatoria que categorizaba lo masculino por sobre lo femenino, constituyó al útero en emblemático, fuente de todas las enfermedades, causante de los cambios emocionales y de los insaciables apetitos carnales de las mujeres, incluso se le llegó a asignar al útero carácter satánico durante el Renacimiento.
 Se suponía además que existía predominio en mujeres solteras vírgenes o viudas; una de las primeras terapéuticas que se aplicó para hacer descender el útero y retornarlo a su lugar consistió la utilización de remedios natura les (como aspirar sustancias malolientes y acercar sustancias aromas agradables a su zona genital), pero luego se pusieron en práctica procesos cruentos, invasivos, mutilantes, sobre todo en pacientes que se consideraban padecían de apetitos sexuales poco moderados (a los que llamaban debilidades naturales de la mujer).


Recordemos que la histeria en ese entonces poseía la facultad de imitar casi cualquier enfermedad, por lo tanto se consideraba que la mujer padecía de esa única dolencia.
La única arma que le queda para afirmarse en la vida es la enfermedad. Esta le procura la anhelada consideración, obliga a su marido a hacer sacrificios pecuniarios y a usar miramientos que no habría tenido de estar ella sana, y, en caso de que se cure, lo fuerza a tratarla con precaución, pues de lo contrario amenaza tener una recaída.
 
En la asunción del rol de enfermas, la mujer se jugaba un beneficio primordial, una oportunidad para obtener poder y manipulación en su hogar (claramente observable en este caso Dora), sustraerlas de sus deberes conyugales y también el beneficio de controlar la natalidad.
Sentirse enferma era un recurso  aceptable y creíble por el hombre; situación muy frecuente en las mujeres que veían a la sexualidad como un deber y hasta llegaban a considerarla repugnante (producto de la “buena educación” recibida).
La epidemia de Histeria fue una explosión, una protesta femenina, una estrategia de resistencia al rol social que la mujer consideraba intolerable.
La histeria fue un constructo científico que racionalizó la violenta relación de poderes que existía.



Bibliografía:
Rodríguez, Beatriz M. La femineidad y sus metáforas. Buenos Aires; Lugar Editorial; 2005

jueves, 24 de noviembre de 2011

Análisis de un fragmento del “Caso Dora” a partir del texto: La Femineidad y sus Metáforas (2)


Facultad de Humanidades

Carrera de Licenciatura en Psicología

Asignatura Psicoanálisis I



Docentes: Dra. Beatriz M.Rodríguez
                  Lic. Gustavo Gaccetta

Trabajo Práctico: Análisis de un fragmento del "Caso Dora" a partir del texto: La femineidad y sus metáforas

Alumna: María Mónica Bergmann
Número de legajo: 11650
Fecha de entrega: 14/11/2011

 

 

Consigna

A partir de la lectura de: La femineidad y sus metáforas, analice el siguiente párrafo del texto freudiano:
“A menudo, los motivos para enfermar empiezan a obrar ya en la infancia. La niña hambrienta de amor, que de mala gana comparte con sus hermanos la ternura de los padres observa que esta vuelve a afluirle si ella enferma y causa inquietud en los padres. Ahora conoce un medio para granjearse el amor de sus progenitores, y se valdrá de él tan pronto como disponga del material psíquico para producir una enfermedad. Cuando la niña se ha hecho mujer y, en total contradicción con los reclamos de su infancia, se ha casado con un hombre desconsiderado, que sofoca su voluntad, explota sin contemplaciones su capacidad de trabajo y no le brinda ternura ni le da dinero, la única arma que le queda para afirmarse en la vida es la enfermedad. Esta le procura la anhelada consideración, obliga a su marido a hacer sacrificios pecuniarios y a usar miramientos que no habría tenido de estar ella sana, y, en caso de que se cure, lo fuerza a tratarla con precaución, pues de lo contrario amenaza tener una recaída.”
Freud, Sigmund. [1901] “Fragmento de análisis de un caso de histeria”. (Caso Dora -Pág. 40) En: Obras Completas; Buenos Aires; Amorrortu; 1992.


INTRODUCCION

En los estudios llevados a cabo sobre la histeria, se pone en evidencia que la relación que mantiene la enferma con su padre es determinante en el surgimiento de la enfermedad.

Se puede afirmar que determinadas experiencias infantiles acaecidas previamente al final del Complejo de Edipo, predisponen a futuras enfermedades o síntomas. Estos últimos sólo se darán a conocer si algún factor de la vida actual los desencadena por estar inconcientemente asociados con la representación previamente desalojada de la conciencia.

El fin de este ensayo será ir detallando las características de un neurótico histérico y los manejos que hace de y con su enfermedad. También se hará mención de algunas reseñas culturales respecto del rol y consideración que ocupó la mujer a lo largo de la historia.



DESARROLLO

Comenzaré con algunos datos teóricos para enlazar las reseñas e interpretaciones.

En el texto “La etiología de la Histeria”, una vivencia inofensiva puede llegar a ser un trauma y afectar fuertemente.
El conflicto psíquico aparece cuando una representación inconciliable es reprimida, desalojada de la conciencia. Ese mecanismo de defensa se produce cuando en la persona hasta ese momento sana, aparecen escenas de la vida cotidiana que pueden entrar en un nexo lógico o asociativo con tales vivencias sexuales infantiles inconcientes.

Freud clasifica las vivencias sexuales de la infancia en tres grupos de acuerdo con el origen de la estimulación sexual. El primer grupo son atentados únicos o abusos aislados perpetrados en niñas por adultos extraños a ellas. El segundo grupo lo forman aquellos casos en que una persona adulta cuidadora del niño o un pariente, introdujo al niño en el comercio sexual. El tercer grupo está formado por las relaciones infantiles genuinas.

Traigo esto a colación ya que es muy importante que cuando Freud habla de un pariente próximo se refiriere al padre que entra en escena tomando un papel activo como agente seductor y provocador del trauma. Veremos que más adelante ese papel se modificará.

Según esta primera teoría, la histeria era provocada por la agresión sexual de un agente externo, que deja en el psiquismo una huella. Esta huella se transforma en una representación psíquica fuertemente cargada de afecto. Como ese afecto es intolerable para la conciencia, la representación queda reprimida pero el afecto se traslada al cuerpo produciendo una inervación corporal. Esto es a lo que Freud  llamó conversión.

En 1906 en su obra “Mis tesis sobre la etiología de la histeria” argumentó que esta teoría estaba incompleta y agregó: “He aprendido a resolver muchas fantasías de seducción considerándolas como unos intentos de defenderse del recuerdo de la propia práctica sexual (...)”

El onanismo es una práctica desagradable a la vista de los adultos. Los niños tienen cantidades de excitación que no pueden controlar. Si a esto le sumamos su interés por la investigación, no podemos impedir esta práctica por más castigo que se imponga.

Para Freud, respecto del niño, el agente de castración es el padre. Es quien lo amenaza con cortarle el miembro si continúa tocándose.
En esta investigación de la que hablo, cuando la niña se da cuenta de que está desprovista del miembro que su hermano posee, se siente inferior y culpa a su madre por no haberla creado con el mismo. La solución que la pequeña busca es tener un objeto real: un hijo. Entonces, se dirige al padre, primero le pide un pene, y luego le pide un hijo. Ante la doble negativa del padre, lo esperable es que la niña busque su objeto de amor de manera exogámica.
Es la maternidad lo que va a permitir la solución de esta posición femenina.



RECLAMOS DE UNA “COSA”

La niña hambrienta de amor, que al crecer sigue insatisfecha por no haber logrado el pleno goce (tener el pene), sigue reclamando ser tenida en cuenta, ser priorizada. 
“(…) el filósofo y naturista Aristóteles, juzgaba a la mujer como mero recipiente que participa pasivamente en la procreación (…) en tanto el hombre posee el poder espiritual de la forma, el principio activo que permite gestar un ser”. Rodríguez, B. M. La femineidad ... Pág. 36
En palabras de la autora, la mujer era apenas considerada una “cosa” y como tal, no requeriría atención alguna.

Por el hecho de que el cuidador o progenitor posponga su goce, la niña adquiere ciertas actitudes egoístas, propias de la etapa narcisista que atraviesa, pero que si con el correr del tiempo se mantienen pueden impedir la correcta elección de un objeto exogámico. Es decir, elegirá un objeto semejante a ella, bonito como ella y que la satisfaga por su parecido.

La niña, ya mujer, sigue buscando esa satisfacción plena pero, en vez de buscar un partenaire exogámico que la cuide, la escuche y la valore, hace lo contrario a su verdadero deseo. De esta forma, elige como pareja a un hombre que no se dedica ni dirige a ella como ella quisiera. “(…) en total contradicción con los reclamos de su infancia, se ha casado con un hombre desconsiderado (…) ”Freud, Sigmund. [1901]


EGOISMO y ENFERMEDAD SINTOMATICA

La niña no desea compartir a su progenitor con nadie, menos con sus hermanos. Quiere acapararlo sólo para ella en el intento de que él le de su miembro y así pueda ella abandonar la inferioridad inconciente que la invade. Como no sabe cómo captar el interés y atención del adulto, desencadena síntomas histéricos y cae en la enfermedad neurótica. De esta forma, logra su cometido: tener a todos sus parientes y amigos cercanos preocupados y ocupándose de sus cuidados y necesidades. (Revierte lo argumentado por Aristóteles)

Encuentra en la enfermedad un aliado incondicional. (…) la única arma que le queda para afirmarse en la vida es la enfermedad (…) Cada vez que necesite cariño, atención, contención, etc., recurrirá a la misma herramienta que usó de pequeña, el síntoma histérico.

“(…) hallará en la asunción de su rol de enferma la oportunidad de obtener cierto poder y manipulación domésticos (…)” Rodríguez, B. M. La femineidad ... Pág. 58.

El síntoma actúa como una formación de compromiso entre el deseo inconciente de gratificación y una prohibición que implica el repudio también inconciente de los deseos.
Este síntoma se genera para aliviar las tensiones internas pero también para que su entorno la considere, la cuide, le preste atención. Asimismo, el poder que le da esta formación de compromiso, le sirve para cambiar actitudes de su pareja y así como una advertencia de castigo en caso de no cumplir con las necesidades de gratificación solicitadas.

“(…) obliga a su marido a hacer sacrificios pecuniarios y a usar miramientos que no habría tenido de estar ella sana, y, en caso de que se cure, lo fuerza a tratarla con precaución, pues de lo contrario amenaza tener una recaída.” Freud, Sigmund. [1901]

Las histéricas eran catalogadas por los médicos como:

“(…) seres enfermizos y delicados cuyo “débil sistema nervioso” había de ser tratado condescendientemente”. Rodríguez, B. M. La femineidad ... Pág. 57


¿QUIEN ES MÁS FRAGIL: EL ENFERMO O EL CUIDADOR?

Uno de los puntos que creo interesante destacar es que, sus ahora cuidadores de adulta, también pueden enfermar. Está comprobado que el cuidar a un ser querido puede ser una tarea gratificante, pero también puede ser cansadora, generando enojo, irritación, angustia. Todos estos factores constituyen un verdadero síndrome que repercute en  la vida del Cuidador, en su familia y por supuesto en el paciente.
Ante la claudicación del Cuidador el paciente es institucionalizado, o con seguridad la calidad de su vida disminuya.

“Hace apenas un siglo, la histeria ganó el respeto de la ciencia médica, que a lo largo de la historia había dado cuenta de ella como de un oscuro trastorno. A modo de auténtica sirena, a partir de entonces la mujer adornada con esta dolencia, “se mira pero no se toca”, El pensamiento científico hizo de la fragilidad un paradigma femenino.” Rodríguez, B. M. La femineidad ... Pág. 50

Este fragmento da cuenta de cierta habilidad de la enferma para aprovechar su condición y “fragilidad” para jugar con los sentimientos de los que la rodean argumentando debilidad psíquica y física.
Considero que se podría comparar con una fantasía narcisista, que implica tener el control de los actos de los otros.


CAMBIO DE LA FIGURA PATERNA: de egoísta patógeno a un rol normativo universal.

En el mito de Tótem  y Tabú,  el padre es egoísta y celoso. Guarda a las mujeres para sí, persigue y castra a los hijos. Es un padre de goce infinito.
Un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al padre, y así pusieron fin a la horda paterna.
Existía un sentimiento ambivalente hacia el padre ya que lo odiaban por significar un obstáculo para su necesidad de poder y sus exigencias sexuales, pero también lo amaban y admiraban por su fuerza.
Tras eliminarlo y satisfacer su odio e imponer su deseo de  identificarse con él, surgieron el arrepentimiento y la conciencia de culpa.
Por la conciencia de culpa crearon los dos tabúes fundamentales del totemismo, que coincidieron con los dos deseos reprimidos del complejo de Edipo: el deseo de matar al padre y el deseo de gozar con la madre.

La Ley, representada por el padre, es la que prohíbe el goce y al mismo tiempo la que ordena la posibilidad del deseo y el placer. Aceptar esa ley implica la rivalidad con respecto a la madre y el deseo de asesinato.  Entonces el conflicto se sitúa entre la Ley y el goce absoluto del incesto.
La figura paterna deja de tener el rol patógeno para tener un rol normativo y universal. Es el recuerdo y temor hacia el padre muerto lo que mantiene en pie esta ley.

La prohibición del incesto es la ley universal gracias al cual se produce el paso a la cultura.
El Superyó es el heredero del Complejo de Edipo y sólo queda establecido una vez liquidado este.
En la vida psíquica del adulto el Superyó no es sólo la huella de la ley de prohibición del incesto, sino también implica renunciar al goce prohibido, mantener el deseo hacia ese mismo goce considerado inaccesible y salvar el pene de la amenaza de la castración.


EL PADRE EN LA HISTERIA y LA IDENTIFICACION

La histérica construye un padre ideal,  todopoderoso.
El horror de esta neurosis es encontrar a un padre que quiera gozar con ella, porque precisamente ese es su deseo. Frente al deseo de  gozar con el padre y el horror de gozar (con la madre), aparece el contrapunto de la idealización del padre.

La histérica busca hombres para colocar en esa posición ideal como referentes de esa figura paterna.

El enigma de la histeria es que el deseo es un deseo de insatisfacción. Al construir un padre ideal, pero también impotente, se garantiza que ese deseo de goce no se satisfará nunca.

En el texto “Psicología de las masas y análisis del Yo”, se argumenta que El Psicoanálisis conoce la identificación como la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona. El varón manifiesta un particular interés hacia su padre: toma al mismo como su ideal.
Por otro lado, en el texto "El Yo y el Ello”, se habla de que los efectos de las primeras identificaciones, serán universales y duraderas.
Para Freud la identificación primaria, del yo al padre de la horda primitiva, es condición indispensable para investir al objeto ya que es lo que abre el camino al deseo.

Lograr elaboración y dominio de la resistencia

El analizado debe lograr una reconciliación con lo reprimido. Es decir, dejar de considerarlo un adversario, para integrarlo como una parte de su propio ser a partir de la cual podrá extraer valiosas enseñanzas para su vida ulterior.

En el análisis, el enfermo con la ayuda del médico, intentará descifrar sus resistencias para descubrir los impulsos instintivos reprimidos que las alimentan. Cuando se devele ese material desalojado de la conciencia, no deberá ser comunicado directamente al paciente ya que podría intensificar la resistencia y estancar la cura. 
El correcto procedimiento sería continuar el tratamiento logrando elaborar y dominar las resistencias. De esta forma, el paciente habrá hecho un gran avance en el tratamiento y podrá deshacerse de sus síntomas.



¿MUJER PASIVA?

El en el texto “La organización sexual infantil”, se explica que luego de finalizada la evolución sexual, en la pubertad se logra afianzar la polaridad masculino y femenino. Lo masculino comprende al sujeto, la actividad y la posesión del pene. Lo femenino implica el objeto y la pasividad.

Ya mucho tiempo antes que Freud, en la Grecia Clásica era una costumbre negar cualquier mérito a las mujeres. Asimismo, hoy en día:

“No hay forma de probar que la pasividad atribuida a las mujeres les sea propia (innata), ni el miedo, la timidez o la ansiedad; tampoco puede concluirse que el afán de dominio sea específico del varón y en correspondencia, natural a la mujer la disposición sumisa.” Rodríguez, B. M. La femineidad ... Pág. 92

En 1959, la creación de la muñeca Barbie, marcó un antes y un después respecto del modelo de mujer que existía.
“Muchas feministas celebraron la llegada de la Barbie que señala el fin de una imagen recatada del cuerpo, reivindicando su independencia económica, su autonomía como mujer (…)” Rodríguez, B. M. La femineidad ... Pág. 74

Muchos cambios históricos y culturales revolucionaron el papel de la mujer en la sociedad y lo continúan haciendo. Gracias a mujeres como Eva perón, Juana de arco, Madre Teresa de Calcuta, y un ejemplo muy nuevo: Virginia Rometty, la nueva presidenta y consejera delegada de IBM, entre otras, el rol femenino mutó y la, hasta ese momento, sociedad patriarcal mundial, la integró como individuo apto con derechos y obligaciones al igual que el hombre.





BIBLIOGRAFIA

Rodríguez, Beatriz M. La femineidad y sus metáforas; Buenos Aires; Lugar Editorial; 2005
Freud, Sigmund. “La etiología de la histeria”.En: Obras completas; Buenos Aires; Amorrortu; 1992.
Freud, Sigmund. “Tótem y Tabú”.En: Obras completas; Buenos Aires; Amorrortu; 1992.
Freud, Sigmund. “Psicología de las masas y análisis del Yo”.En: Obras completas; Buenos Aires; Amorrortu; 1992.
Freud, Sigmund. “El Yo y el Ello”.En: Obras completas; Buenos Aires; Amorrortu; 1992.
Freud, Sigmund. “La organización sexual infantil”.En: Obras completas; Buenos Aires; Amorrortu; 1992.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Análisis de un fragmento del “Caso Dora” a partir del texto: La Femineidad y sus Metáforas (1)



Universidad de la Marina Mercante
Facultad de Humanidades
Carrera: Licenciatura en Psicología

Trabajo Práctico: Análisis de un fragmento del “Caso Dora” 
                                  a partir del texto: La femineidad y sus metáforas

Asignatura: Psicoanálisis I
Profesores: Dra. Beatriz M. Rodríguez
                     Lic. Gustavo Gaccetta

Alumna: Ana Cittá
Turno: Noche.
Año: 2011.


Introducción

El presenta trabajo tiene como objetivo realizar el análisis de un párrafo del “Caso Dora”, de Freud, a partir de la lectura del libro de la Dra. Beatriz Rodríguez: La femineidad y sus metáforas.

La Histeria de Conversión

…”La palabra histeria, derivada del vocablo griego hyter (útero), estaba íntimamente anudada a la anatomía femenina. Ciertamente el lenguaje en primer lugar establecía, y las prácticas sociales convalidaban luego firmemente, la conexión biológica entre la fragilidad del sistema nervioso de la mujer, su sexualidad, y la enfermedad”… [1]

 

En un principio Freud sostuvo que en cada caso (de histeria) era posible rastrear la ocurrencia de un abuso sexual infantil luego reprimiendo. Pero mas tarde cambió su explicación al afirmar que hallaba la causa de la histeria, no tanto en sucesos reales, como en fantasías de seducción de las propias pacientes.
Sus primeras teorías sobre la etiología de las “psiconeurosis de defensas”, sostenían que ésta correspondía a vivencias sexuales activas/pasivas traumáticas de la primera infancia, que en la pubertad -a causas de una vivencia sexual actual- eran recordadas y resignificadas deviniendo así en enfermedad. Los recuerdos de aquellas vivencias sexual traumáticas infantiles resultaban inconciliables para el yo, que al defenderse de las mismas provocaba enfermedad.
En el caso particular de la histeria el mecanismo defensivo del yo era separar representación de afecto, quedando la representación en un grupo psíquico y el afecto enviado al cuerpo. A partir de la escucha de sus pacientes histéricas, Freud descubre que muchos casos de seducción y violación que aparecían en sus relatos no habían ocurrido en realidad, que sólo formaban parte de las fantasías de ellas. Es en 1897 cuando le escribe a su amigo Fliess “mis histéricas me mienten” contradiciendo así la teoría del trauma. A partir de aquí Freud suma a la fantasía en su teoría, al develar el valor psíquico que tiene ésta en la vida anímica de la persona. 

…”Freud mismo reconoció la seriedad con que tomaba las fantasías inconcientes de sus pacientes, a las que asignaba carácter de realidad; en la consideración de que -en el inconsciente- no existe modo de diferenciar la verdad de la ficción investida de afecto”…[2] 

A consecuencia de estos descubrimientos desarrolla la teoría pulsional y escribe “Tres ensayos de teoría sexual”, explicando así el origen de la fantasía neurótica. En ella se juega la trama edípica reeditada nuevamente en la pubertad.
En 1905 escribe “Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis” y propone que muchas fantasías de seducción no son sino intentos por defenderse del recuerdo de la practica sexual onanista, o de deseos incestuosos. Entonces son los síntomas una formación de compromiso entre la libido y la represión. El histérico reprime esos deseos y esa libido es descargada por un sustituto que en la histeria es una parte del cuerpo.

La Histeria en el 1900: El caso Dora

En la época de Freud hombre y mujer se encontraban separados por un abismo de moral, de decoro y de salud, por lo que no debería extrañarnos que las últimas hallaran en la asunción de su rol de enfermas la oportunidad tanto de obtener cierto poder y manipulación domésticos, como el beneficio adicional de un efectivo control de la natalidad. De hecho, para aquellas damas a las que la sexualidad, considerada meramente un deber, resultaba odiosa o que, simplemente, deseaban evitar embarazos repetidos, sentirse enferma era un recurso aceptable.
Así, dado que el sexo era considerado repugnante por la mayor parte de las mujeres de “buena educación”, probablemente nada protegiera su virtud con más seguridad que una enfermedad, resultando por cierto bienvenido, una vez casadas, cualquier padecimiento que les permitiera sustraerse de sus “deberes conyugales”. Si toda excitación sexual debía ser reprimida, dando ocasión a sentimientos predominante o exclusivamente displacenteros, podemos suponer en ellas (como señala Freud) el desarrollo de una histeria, ya fueran capaces o no de producir síntomas somáticos. Infinidad de mujeres descubrieron paradójicamente en la enfermedad, el único instrumento que les quedaba para firmarse en la vida, hallando en la epidemia de la histeria, una estrategia para oponer resistencia a un rol social intolerable; aunque también una manera de aceptar la “morbidez” que se le suponía propia”…[3]

En el fragmento del “Caso Dora” que se transcribe a continuación podemos observar una especie de resumen de todo lo expuesto hasta aquí:

“A menudo, los motivos para enfermar empiezan a obrar ya en la infancia. La niña hambrienta de amor que de mala gana comparte con sus hermanos la ternura de los padres observa que esta vuelve a afluirle si ella enferma y causa inquietud en los padres. Ahora conoce un medio para granjearse el amor de sus progenitores, y se valdrá de él tan pronto como disponga del material psíquico para producir una enfermedad. Cuando la niña se ha hecho mujer y, en total contradicción con los reclamos de su infancia, se ha casado con un hombre desconsiderado, que sofoca su voluntad, explota sin contemplaciones su capacidad de trabajo y no le brinda ternura ni le da dinero, la única arma que le queda para afirmarse en la vida es la enfermedad. Esta le procura la anhelada consideración, obliga a su marido a hacer sacrificios pecuniarios y a usar miramientos que no habría tenido de estar ella sana, y, en caso de que se cure, lo fuerza a tratarla con precaución, pues de lo contrario amenaza tener una recaída.”[4].

Conclusión

Dora representa a una mujer de su época. En una sociedad que sofocaba los deseos de las mujeres, quienes no contaban con herramientas y valor para enfrentarla, hallaron en la enfermedad un refugio, una aliada.

 

Bibliografía

Freud, Sigmund. (1981) “La etiología de la histeria”. En: Obras Completas. Amorrortu Editores.
Freud, Sigmund. (1893-1895). “Estudios sobre la histeria”. En: Obras Completas. Amorrortu Editores.
Freud, Sigmund. (1901) “Fragmento de análisis de un caso de histeria”. En: Obras Completas. Amorrortu Editores.
Rodríguez, Beatriz M. La femineidad y sus metáforas; Buenos Aires; Lugar Editorial; 2005.




[1] Rodríguez, Beatriz M. La femineidad y sus metáforas, Pág. 58; Buenos Aires; Lugar Editorial; 2005.
[2] Rodríguez, Beatriz M. La femineidad y sus metáforas, Pág. 60; Buenos Aires; Lugar Editorial; 2005.
[3] Rodríguez, Beatriz M. La femineidad y sus metáforas, Pág. 58; Buenos Aires; Lugar Editorial; 2005.
[4] Freud, Sigmund. [1901] “Fragmento de análisis de un caso de histeria”. (Caso Dora -Pág. 40) En: Obras Completas; Buenos Aires; Amorrortu; 1992